El tren se marchó demasiado temprano. El sonido inconfundible alejándose me recordaba que yo era otra persona, y que tú ya no eras nadie. Dos caminos opuestos que acabaron en el mismo lugar, en la estación del sexto sentido. Ese día quise coger el siguiente tren, y llevarme todas aquellas cosas que jamás me atreví a contarte, como único equipaje. Recorrí el andén con firmeza para coger el primer tren que se detuvo ante mí. Me marchaba para dejar todo atrás, y olvidar aquel paisaje testigo de nuestra historia. Fuera sonaba a despedida y olía a mar mezclado con tierra mojada. Eché un último vistazo al cristal empañado mientras el tren sin destino cogía velocidad, dejando el pequeño andén a su paso. Dentro aún llovía. Y en el último banco, situado justo debajo del reloj averiado. Allí estabas tú con la mirada perdida. Quieto, sólo, esperando. #microcuento ...