CRUCE DE VÍAS
Madrid. Hora Punta. Estación de Atocha. Comienza la cuenta atrás del cartel luminoso que anuncia tren corto. “Dejen salir antes de entrar”…no es una norma, pero sí el código del pasajero. Maletas a la entrada que frenan el paso a la avalancha incontrolada. Oscuridad y sombras en un último vagón que emprende la marcha sin esperar al resto del tren. Siluetas colgando, y ventanas empañadas de estrés mezclado con la ilusión de llegar a alguna parte. Empujones y codazos. Asientos reservados colapsados y una anciana de pie frente al cristal que despide la estación a su paso. Comienzo a leer mi nuevo libro por la última página…no puedo esperar para conocer el desenlace (lástima que los trenes sean tan veloces hoy en día). Y sin embargo, acabo leyendo el prólogo del libro que sostiene el pasajero pelirrojo de mi lado. Y aquella propina destianada al vagabundo cantautor que acabó en el bolsillo del viejo revisor. Miradas cruzadas pierden el rumbo por culpa de un letrero apagado....