Y me atreví, a soñar con tu pelo y con tus labios. Me atreví un día, sin saber muy bien por qué, pero lo hice. Me lancé al vacío sin más cuerdas que tu argumento una noche de otoño cálida y lluviosa, cuando entendía que quien no arriesga no gana, en el sentido más positivo de la palabra pero, sin embargo, desconocía que se podía perder mucho también en la aventura. Enigma difícil de descifrar. Aunque sabía que el destino jugaba mis cartas por mí, y que las flechas nunca vencieron a las balas en las batallas reales. Pero yo nunca había presenciado ninguna, hasta que te cruzaste en mi vida. Y todo comenzó una noche cálida de otoño. Paró la tormenta a través de la ventana empañada de furia y rabia. Y con ella se detuvo el tiempo. Un tiempo que ya no marcaba el ritmo de un corazón desacompasado, desde hacía siglos. Y fuiste tú quien despertó de nuevo el instinto más primario y peligroso del ser humano. Entraste en mi vida y te quedaste mirando fijamente a través de una foto que dec...