En aquel salón de baile, con escaleras de mármol interminables, las luces tenues iluminaban el ritmo del tango de la noche. A medio telón, la música feroz se emocionaba con la voz de un público que marcaría los pasos del artista, quien haría girar o frenar el mundo con su actuación. Y para alcanzar el amanecer o las sombras, asomado al precipicio de su órbita, los aplausos se desvanecerían, las luces se apagarían y el telón desaparecería. Aunque la perseverancia jamás dejaría morir a las difuntas almas, que seguirían colmando al artista del eterno baño de masas. #microcuento #saraoss