Paraguas de mármol
Llueve… pero hace mucho, mucho tiempo que a mí ya no me alcanzan las gotas de lluvia. Pasan muy cerca, pero ya no se atreven a rozar una piel que hace tiempo dejé de habitar. Ahora, cuando la tormenta alcanza su punto álgido, corro a refugiarme donde las calles pierden su nombre y los transeúntes declaran su amor anónimamente en cada encuentro, que jamás llegó a producirse, pero que siempre estuvo muy presente en las mentes de inocentes que pierden el rumbo al caer la noche, mientras su mente se ausenta… pero su cuerpo aún sigue presente. Es algo que aprendí, que la lluvia no moja por las leyes físicas de la gravedad demostradas hasta hoy. La lluvia moja por las preocupaciones que habitan en nuestro ser, que cada día se hacen más fuertes, acumulándose como agua en el alma, sin saber qué hacer. No fue mi cuerpo, sino mi mente la que decidió decir basta. No quiero mojarme más, dijo una vez… más sino que de lluvia sana, que limpie las toxinas del estrés que se acumulan en un cuer...