VOCES DORMIDAS
El atardecer se recostaba sobre el opaco horizonte y las escasas gaviotas se perdían entre los barcos pesqueros, que aún quedaban a flote. Es lo que tienen las estampas veraniegas, que suceden en el tiempo sin que los transeúntes solitarios se detengan a verlo. Nadie excepto Alex. Cada tarde acudía a la cita inolvidable de ver partir al sol y llegar la luna. Era curioso que jamás coincidieran, era como si no se llevaran bien, como si esquivaran miradas y tomaran posiciones por turnos, llegando al mismo lugar y recorriendo los mismos horizontes sin cruzarse ni dirigirse palabra alguna. Precisamente esto era lo que le sucedía a Alex cada día con las gentes de la pequeña localidad de Bhrean, que llegaron a convertirse en tan invisibles para él que llegó a pensar que estaba sólo en el mundo. Jamás podría perdonar aquella guerrilla local que acabo bombardeando su casa y matando a toda su familia. No era fácil volver a confiar en el ser humano, aunque sabía perfectamente que no todos e...