SEÑALES QUE MARCAN FINALES




Descubrí que las respuestas se hallan cuando y donde menos lo esperas. Corría en verano del 77. Resultó ser la última acampada con mis antiguos compañeros de instituto, que se empeñaron en vivir lo que seguramente sería el último encuentro todos juntos, como cada fin de semana acostumbrábamos a hacer tras la dura semana entre libros y estanterías de bibliotecas cargadas de tensión y empañadas de motivación por alcanzar las metas del saber.

Ana se graduaría en filosofía y letras y se mudaría a Salamanca, para cursar sus estudios en la ciudad universitaria, ya patrimonio histórico. Juan Carlos continuaría sus estudios de Derecho en Madrid, en la mítica Complutense. Medio en broma medio en serio, siempre nos decía que quería llegar a ser el Juez “de la utopía”, que fuera recordado por acabar con muchas de las injusticias que azotan nuestras tierras hoy en día, como condenar de por vida a pederastas y terroristas. A Carla siempre se le dio genial la interpretación y las artes cinematográficas, y dado su gran sacrificio y poca agudeza en los estudios, se decantó por el arte dramático, en contra de los deseos de sus padres, a quienes les hubiera gustado que pudiera tener carrera en el mundo de la medicina, sobre todo desde que su abuelo falleció por una enfermedad crónica y extraña. Y Mario, dos años mayor que nosotros, por fin había conseguido la Beca Erasmus para terminar su carrera de Económicas en Bélgica. La verdad que se lo merecía después de tantos problemas en su propia economía familiar, como paradoja.

Y yo, aún un poco perdida, sin saber muy bien qué quería hacer con mi vida, esperaba que este verano pudiera aclarar las ideas y detener el rumbo para orientar mis objetivos. Daniel siempre me decía que las metas no eran cuestión de lógica, sino de sentimientos. Y fue precisamente cuando me regaló el anillo para celebrar el primer aniversario cuando supe que necesitaba ese tiempo que pasa, que corre, que vuela… que en definitiva no espera a que puedas decidir con claridad, simplemente te hace un guiño invitándote a saltar y a viajar a la deriva. Pero yo era muy cobarde e inexperta para ello.

Y por fin llegó el jueves, notas, despedidas, besos y abrazos, unas pizzas en el parque que marcaban la celebración de un final de etapa y apertura de una nueva…para muchos de nosotros llena de incertidumbre, ilusiones y nuevos retos. El día siguiente sería muy especial para todos, sería el viaje Fin de Curso organizado para despedir el pasado y empezar con buen pie un futuro lleno de deberes, que se resumía en construirlo, en definitiva. Jamás sabría por qué cada año que regresaba de las vacaciones guardo la maleta en el trastero estando rota…uno de puntos a mejorar para el nuevo año, eliminar la pereza. Menos mal que los Centros Comerciales cerraban a las 22:00, aún me quedaba mucho por preparar para el viaje.

Ultimando equipaje, últimas compras, múltiples llamadas de mensajes de “pásalo genial” y sólo echando de menos uno. El de Dani. Sin noticias de él desde hace 3 días. Aún esperando que un “Enhorabuena” por su parte por los resultados del curso, lo que más me preocupaba era su reacción ante mi marcha de vacaciones, tras nuestra conversación en el café de que necesitaba aclara mi futuro sin referirme directamente a él. Nada podía reprocharme, cuando es el primero que no sabía lo que pasaría con su vida al día siguiente, con trabajos precarios y temporales desde los 16 años. Pero a pesar de las apariencias, su bondad afloraba siempre que yo tenía un problema y le necesitaba. Tan protector y resolutivo, con un corazón que no le cabía en el pecho. Pero estaba claro que el problema de fondo era yo, y tenía que aclararme conmigo misma sin reproches ni malos rollos, y que esta escapada fuera definitiva. Tal vez regresar con un futuro madurado en una mano y con el corazón para entregar definitivamente en la otra.

A las 00:00 en punto cierre de la novela de vampiros, oscuridad y dispuesta a descansar para el viaje. Pero a las 00:12 la suave vibración del móvil y el parpadeo del LED indicaban un último sms que se resistía a entrar. “Disfruta de esta experiencia, te lo has ganado. Sé feliz y quédate con el mejor recuerdo de nosotros para te de suerte y te ayude a crecer y avanzar en el éxito, que seguro alcanzarás”. ¿Sonaba a despedida? No podía creer que hubiera tomado una decisión tan precipitada cuando quedamos en que a ambos nos venía bien un tiempo, pero con vistas a retomar en todo momento. ¿Qué podía haber cambiado en 4 días para dejarme ir de esta manera tan tajante? ¿Habría alguien más que hubiera influido en él?. La última vez que discutimos fue cuando me negué a subirme con él en el coche después de haber tomado un par de copas celebrando su nuevo ascenso en la fábrica. Igual estaba interpretando las cosas demasiado rápido, pero lo cierto es que su tono parecía tranquilo y sereno, muy lejos del enfado o el rencor. Igual era una prueba, tal vez quería hacerme ver que podía perderlo si no me decidía o manipular a que cambiara de idea y no me quedara. Decidí no averiguar más, y con un escueto “Gracias, buenas noches. Hablamos” me di media vuelta para intentar concentrarme en dormir.

El grupo de Whatsapp echaba humo a las 8:00 de la mañana. Estaba preparando el desayuno y ultimando el equipaje, cuando escuché la descontrolada bocina de un coche aparcado en mi calle. El Jeep rojo de Juan Carlos era inconfundible. Mientras Mario se ofrecía a terminar de bajar desde el segundo piso los últimos bártulos que desde lejos ya se veía que conllevaría malabares mortales para hacer entrar mi escaso equipaje con las innumerables bolsas de Carla. En todo viaje, siempre tendemos a llevar ese “por si acaso”, que en este caso estaba claro que era un sin sentido. ¿Para qué un bikini en plena montaña, con planes de senderismo, acampada y escalada?. Y en último vistazo al móvil sin registro de nuevos mensajes, me introduje en el coche con destino a aquel lugar tranquilo en plena naturaleza que podía darme tantas respuestas, que por su puesto traería de vuelta en la maleta, ahora ligera de equipaje y sobrada de dudas y cuestiones.

Dejando atrás la ciudad, enmarcando la interminable autopista por imponentes montañas, llegamos al destino. El cambio de aires estaba presente tras dar los dos primeros pasos para descargar el equipaje. Tiendas de campañas desplegadas, campamento montado en un abrir y cerrar de ojos gracias a la experiencia en este tipo de aventuras de Juan Carlos. Nos instalamos cerca de un Camping para estar más protegidos y disfrutar del ambiente de otros grupos y servicios. La primera todo un éxito, el relax y la desconexión ya asomaban en nuestros estresados rostros. Y el primer reto del día, localizar un río cercano mientras los chicos intentaban encender la fogata. No hubo mucha suerte, por lo que decidimos dejarlo para la tarde y de paso explorar el lugar, con tan bellos parajes.

De momento contábamos con unas botellas que nos servirían para empezar la jornada. Preciosas vistas del mirador al final del sendero que Mario ya había recorrido en acampadas anteriores. Descubrimiento de algunas cuevas impresionantes y zonas de escalada que sin duda dejaríamos para el día siguiente, antes de saber que Ana enfermaría del estómago con algún virus de la zona y debía de quedarse todo el día descansando en la tienda de campaña. Cuando entonces ahora sí era urgente localizar agua para paños fríos y húmedos con intención de bajarle la fiebre y reservar las botellas para beber y otro tipo de higiene. Y mientras Juan y Mario se ofrecían a explorar, prefería ser yo la que fuera en busca de los ríos perdidos con Carla. Así me continuaría mi labor de “meditación” y aprovecharía para sacar algunas fotos del entorno, que le prometí a mi madre y a mi abuela cuando llegara. Al respecto, sin rastro de llamadas o sms nuevos. Tengo que empezar a buscar alternativas nuevas porque Dani tal vez ya haya decidido no esperar y echar a andar en solitario. ¿Pero desde cuando estaría tomada esa decisión, si es que estaba tomada?. De todas formas, la cobertura era escasa como para esperar muchas novedades de la ciudad.

Empezaba a chispear y Carla enseguida dijo de regresar. Pero a mí no me importaba adentrarme por los alrededores. Tal vez estaba tan harta de todo que no me importaba “perderme un poco”. Carla decidió no seguir pero a mí no pudo convencerme y, aunque el sonido de la lluvia estrellándose contra el suelo podría camuflar la de cualquier riachuelo cercano, me arriesgué a avanzar. Ruido de fondo de risas y palabras sueltas sin sentido que no enlacé en frases hasta no atravesar el puente del acantilado. Al otro lado, tres chicos. Dos de ellos con pinta extranjeros, muy típico. Muy amables, me ayudaron a terminar de cruzar cuando noté que las tablas de madera se balanceaban bajo mis pies y me condujeron al riachuelo más cercano. Dos de ellos se marcharon enseguida. Venían del camping cercano. El otro me dio conversación y se ofreció a ayudarnos en lo que necesitáramos, pues estaba de paso haciendo senderismo. Debía continuar ruta, pero no lo hizo.

El tiempo se marchó corriendo, tan deprisa que no parecía que fueran ya las 20:30. Acabábamos de conocernos y parecía que con él se detenía el tiempo y el espacio. Jamás había sentido algo así, pero podía preocupar más a mis amigos. Me sentía culpable por Ana sobre todo. Enferma y yo mientras aquí, "haciendo amistad". Pero él mañana ya no estaría por la zona. Próxima parada, escalada en Los Picos de Europa, cerca de su lugar natal de residencia. ¿Cómo un hombre criado y enfocado en su exitosa carrera de los negocios, con 5 cadenas de tiendas en expansión, marca propia y experto en relaciones institucionales andaba sólo por los montes haciendo escalada profesional?. Contraste de vida que me fascinó desde un principio, y a cada segundo sentía que teníamos tantas cosas en común me completaban…sobre todo en el plano familiar. De padres divorciados, hijo único y abandonado por la novia sin explicación coherente. Almas gemelas, como se suele decir. Cada minuto era más envolvente, inquietante, emocionante, y quería saber más sin planteármelo. Entonces la despedida quedó sellada por el intercambio de teléfonos. Bueno, en realidad fue él quien me dejó su tarjeta de empresa, que es la que llevaba encima. Curioso ver como un hombre con apariencia tan “de montaña y espíritu libre y aventurero”, con más de 20 países cuyas cordilleras había recorrido, podía esconder a un poderoso manager de las finanzas.

Último día de acampada. Sin cobertura y con Ana casi recuperada, Nos dispusimos a organizar el equipaje y a cocinar unas truchas que Mario Había pescado en el riachuelo esta mañana. La comida perfecta antes de emprender camino de vuelta a la ciudad, aprovechando aquel entorno paradisiaco y la tranquilidad soñada todos estos meses. Y cuando me disponía a guardar mis últimas pertenencias y asegurarme de que todo estaba ordenado, me dia cuenta de que no todo estaba en orden. Mi mente aún fluctuaba, centrifugaba a velocidad impactante. Los últimos días no fueron tan “aclaratorios” como imaginaba. El hombre misterioso que esperaba mi llamada para otro encuentro, sin noticias de Dani, y sin saber qué hacer con mi futuro igual o menos que antes, con la única conclusión de que Biología para nada. Lidiar con los insectos jamás fue lo mío, y ahora estaba más que comprobado. Algo es algo, para no dar un paso en falso,...qué ironía.

El camino de vuelta fue más que largo. Las interminables farolas que guiaban la calzada mojada por la niebla que caía al anochecer dificultaban el avance. "Lo importante es volver", como dicen las campañas de la DGT.

El Jeep se adentra en la ciudad, vacía y cálida. Por fin la cobertura retornó, pero de manera fría y silenciosa. El Jeep aparcando en mi portal. Las despedidas siempre son duras, pero cuando los caminos se separan y uno no sabe qué sucederá y deja los reencuentros en manos del destino son aún más complicadas. Un “hasta pronto” y unas lágrimas, nada más. Desenado lo mejor, estaremos en contacto. No quería perderme el éxito que seguro tendría cada uno. Se lo merecían. Prometí a Juan Carlos ir a su primer juicio como audiencia, a la primera obra de teatro de Carla e ir a visitar a Mario a Bélgica el próximo verano.

¿Y yo?  de momento sola con mi equipaje en el portal (vacío de respuestas), delante de las interminables escaleras que me conducirían al segundo piso, mi despistada mente sólo pudo recordar las palabras de Dani en nuestra última cita: “las metas no son cuestión de lógica, sino de sentimientos”. Y es que eso era lo único que traía claro de aquel exótico lugar. A pesar de todo lo que podía reprochar a Dani de su actitud con él y su futuro, conmigo no podía ni mencionar una sola palabra negativa. La duda más profunda que me llevé en la maleta y no fue resuelta había sido el no averiguar su reacción al marcharme. La cobardía de perderlo me impulso hacia atrás y a continuar mi camino, a sabiendas de que eso podría romper el débil hilo que nos unía desde entonces. Tal vez debí darme más margen y aplazar el viaje para estabilizar la situación. Porque si algo aprendí en los 10 días fuera, es que algunas preguntas, dudas, miedos, inseguridades…sólo tienen la respuesta en el lugar donde nacieron y las dejaste. Y es sólo cuando regresas cuando puedes retomarlas y arrojar luz sobre ellas. Porque las respuestas no viajan en el espacio, sino en el tiempo. Y es precisamente lo que me encontré al entrar en mi habitación. 15 llamadas perdidas y 2 mensajes de voz. Maleta sobre la cama abierta de par en par y resignación ante el hecho de ser el contestador el que me diera mis respuestas, si es que las tenía, claro. El primero de Dani, y el segundo de mi madre:

-          “Sé que cuando oigas esto ya no estarás en casa. O al menos sería buena señal…señal de que ahora mismo estás disfrutando de tu nueva vida, pensando tus proyectos y en el éxito que llegará, porque lo mereces. ¿Sabes? Debo disculparme. Tienes derecho a saber a qué se debía mi ausencia estos últimos días, mi extraña actitud. Tal vez te pareció algo frío y distante, y más sabiendo que te marchabas para pensar en todo... pero no quería levantar sospechas al tenerte cerca de mi, de que a la vuelta te esperaba una sorpresa. Se que no tenías cobertura, y es que no podía esperar más para decírtelo y que encontraras la sorpresa en cuanto llegaras. Y ahora, por favor, cuando oigas esto, asómate a la ventana y me cuentas tu respuesta. Te quiero con locura. Dani”.


El corazón me dio un vuelco al saber de él, y con noticias tan esperanzadoras que aunque no podía imaginar de que se trataba, todo indicaba que algo bueno estaba a punto de pasar y que podía ser el comienzo de esta nueva etapa...tal vez juntos. Ahí estaba la respuesta que buscaba. En ese preciso instante mi cabeza se despejó de tal manera que jamás lo habría hecho en la montaña. Y es que es cierto, muchas veces buscamos la respuesta en el lugar equivocado y la tenemos delante de nosotros. En este caso, en un simple mensaje en casa.

Sin dudarlo ni un instante y regresando a la realidad, me dirigí hacia el balcón con vistas a una gigantesca pancarta que se divisaba en una azotea cercana, y mientras leía el mensaje en voz alta entre la emoción y las lágrimas, el contestador terminó de dar respuesta a mi futuro, dando por cierto un giro de 80º:

- “Soy mamá, supongo que cuando oigas este mensaje ya habrás regresado del viaje. La cobertura nos ha impedido informarte antes hija mía, espero que todo bien. Tengo algo que contarte. Dani falleció ayer por la noche en un accidente de tráfico. Sé que las cosas entre vosotros estaban casi rotas últimamente, pero debías saberlo. Llámame en cuanto puedas. Lo siento cielo, un abrazo. Te quiero. Mama" 

Y mientras mis rodillas no podían aguantar el peso de mi desesperación, me derrumbé en las frías baldosas del balcón, mientras con un grito ahogado el viento ondeaba la pancarta de la azotea que Dani colocó estratégicamente para que la viera. Palabras que se llevó el viento, vidas destrozadas sin futuro ni compasión en ese momento. Una silenciosa y retórica pregunta de  “¿Quieres casarte conmigo?” quedaba sorda, ciega y muda para la eternidad.

Cinco años después y con más repuestas que dudas en la maleta que siempre me acompaña y recién llegada de mi viaje a Roma tras pasar mi año de prácticas, llegó el día de mi graduación…muchas sillas vacías de quienes dejaron de acompañarme en este viaje de dudas, de decidir el destino. Pero la vida sigue, y el título de Psicología me ayudó con mi asignatura pendiente: ayudarme a entenderme a mí misma, saber dónde estaba y a dónde quería ir, conocer las respuestas que jamás halle en mis escapadas y quedarme mucho más tranquila de saber que aquel 22 de Agosto de hace 5 duros años regresé de mi viaje con mis compañeros de instituto (ahora todos con sus trabajos y asentados, gracias a dios que supe de ellos en alguna ocasión, sobre todo a raíz de lo de Dani. Carla de hecho se mudó a mi casa para ayudarme en lo que necesitara unos meses, luego la tragedia nos unió aún más), con la cabeza hecha un lío pero con una idea clara, elegir a Dani para que me acompañara en el más importante de los viajes, la vida, la única que te da respuestas con el tiempo. La que desgraciadamente él no pudo tener, pero que sin duda me ayudó a seguir mi verdadero camino. Gracias a él, hoy soy lo que soy, me ayudó a encontrar mi ruta para la felicidad. Con un marido y dos hijos maravillosos que me recuerdan cada día que lo más bonito de la vida es vivirla. Y que las respuestas están donde menos lo esperas.

Comentarios

Entradas Populares

25 añitos...¡cuarto de siglo ya!

#microcuento