TIEMPOS DE OCRE
Me despierto sobresaltada. Oscuridad. Sábanas empapadas de
terror. Ya no brilla la esperanza. Mirada inquieta de lado a lado. Estoy
desorientada. Creo que necesito otro vaso de agua. Relojes que apuntan hacia el
norte sin saber muy bien cómo desvelar el tiempo, y tan desubicados que desde
hace meses no saben dar ni los buenos días.
Tacones averiados llenos de barro en el suelo del armario.
Mi vestido favorito de seda negro colgando del respaldo de la mecedora de la
abuela, rasgado y manchado de Ron. Rayos de sol que buscan desesperadamente un
hueco para entrar en la alcoba. Mierda, persiana averiada…debí haberla
arreglado cuando Bruno aún se quedaba a dormir los fines de semana. Y la eterna
pregunta ¿Qué sucedió anoche?. Mi mente trata de anticipar la respuesta a una
pregunta tan evidente como confusa. Vuelvo a ponerme mi antifaz de noche. La
cabeza me da vueltas y breves destellos de recuerdos sin conexión atraviesan
una mente aturdida y dañada por el dolor que siento. Pero a pesar del escenario
desolador, mi mente y yo sabemos que ayer estuve en casa todo el día y no probé
ni una gota de alcohol.
Es hora de ordenar todo el desastre. Mi bolso no está, para
variar. Pero no tengo fuerzas. Necesito dormir y sólo me quedan dos pastillas
caducadas. Se oyen golpes en el piso de arriba. Pasos sin rumbo, como mi vida
desde hace meses. La madera cruje. Me agarro a la almohada y me escondo de
nuevo entre las sábanas. El sonido hace vibrar los marcos de las ventanas de
madera barnizada.
Aprieto los dientes y cierro con fuerza los ojos. Creo que mis
lágrimas empañan con rimmel el bordado de la almohada. Oigo el llanto de un
bebé. Sin respuesta, Annie llora. No puedo ir. Mamá no puede verte. Pero mamá
está contigo. Quiero abrazarte. Mamá no puede ir. Me duele cabeza. Otra vez más,
una de esas jaquecas después de una noche inquieta. “No vales una puta mierda,
zorra”. Retumba una y otra vez en mi cabeza. Meto la cabeza bajo la almohada.
Recuerdos de la infancia. Salto a la comba con Nerea. Apenas puedo moverme, y
no sé dónde estoy…Annie grita y llora intenso. Duele.
En la habitación vacía, sólo queda la sombra de una botella
de vino barata descorchada, tumbada en la coqueta, y un ramo de flores secas en
la mesilla de noche. Cristales por el suelo. Los llantos no cesan. No puedo ir,
Annie. Tengo miedo. Papá está aquí. Él te escucha igual que yo, pero no se
acerca a tu cuarto. Creo que se aleja, cada vez más. Desde la alcoba se escucha
el sonido del microondas. Las llaves se descuelgan. La puerta se cierra de
golpe. ¿Fue culpa de otra de esas noches?.
Duerme preciosa, mamá está bien… pero no puede encontrarte.
Ya no te hará más daño. Mamá te protege, pero no puede ir a consolarte. ¿Dónde
estás Annie? Tu llanto incontrolado viene del cuarto de baño. Pero tú no estás
allí, te tengo en tu cuna soñando. No llores más, papá no podrá hacerte más
daño. El próximo día te bañaré yo y lo pasaremos muy bien. No hagas caso a
papá, sólo sabe llegar borracho…aunque tú cuando le ves llegar sonríes, pues
tiene sus momentos de humor, hasta que se le pasan los efectos del alcohol y
empieza a gritar a mamá. Es entonces cuando tú lloras y lloras sin parar. No
tengas miedo al agua, mamá te bañará. Pero ahora duerme, mamá no sabe dónde
está.
Un dolor insoportable recorre mi cuerpo, Son las 9:00h de la
mañana. Definitivamente, parece que se ha marchado. Me pongo la bata de gasa y
me asomo a la cocina. Todo el café derramado, la taza sucia en el fregaplatos y
las galletas de jengibre en un mostrador maloliente y rayado. Me duele todo el
cuerpo y el ama. Jamás dejaré que se acerque a mí. Annie sigue llorando, lo
siento. Me arrodillo en el pasillo y un escalofrío recorre mi cuerpo.
Impotencia y rabia. Lo sé preciosa, papá ya no volverá a molestarte. Mamá está
aquí… pero no puede abrazarte. Duerme, Annie. En tu cuna vacía, colmada de
recuerdos ahogados en la bañera del cuarto piso de la Calle Zurbano. Mamá
cambiará tus sábanas para que te sientas mejor. Lo tiene todo planeado. No
queda leche en la despensa. Mamá ya no puede comprarte un peluche nuevo y verte
reír mientras juegas.
Papá vuelve de noche, la luna nos avisará para escondernos.
Tenemos mucho tiempo. Duerme, Annie. Dulces sueños, preciosa. Me acostaré aquí
contigo y soñaremos juntas que llegara el día en el que ya no habrá más dolor
ni injusticias para nosotras. Ya no me quedan más pastillas. No puedo dormir,
Annie. Me duele mucho la cabeza y estoy muy cansada. Haremos una cosa: Intenta
dormir tú y sueña por mí lo que hemos hablado. Dios te escucha y te protege,
estoy segura. Nos vemos muy pronto. Duerme bien mi niña y espera a mamá, que cuando te quieras despertar, mamá ya
estará contigo, y habrá dejado de soñar...
Precioso!!!
ResponderEliminarHistoria triste y muy, muy profunda.