EL VALS DE LOS BUENOS DÍAS
Me llamo Úrsula y mi historia comienza una fría mañana de Enero. Recuerdo el olor a Navidad en mi casa. Un piso humilde en el número 41 de Camino de la Esperanza, aunque el nombre de la calle nunca rindió precisamente homenaje a nuestra vida familiar castigada por las desgracias. Primero mi padre, luego mis tíos en un grave accidente de avión de vuelta de Qatar en su viaje de aniversario, y después del verano el abuelo Lolo. Una casa testigo de idas y venidas de una familia que podía presumir de unidad frente a un destino que tenía guardado el desenlace más amargo. Una casa ya sin adornos ni invitados desde que a mi madre le detectaron un cáncer de pulmón irreversible en los días de año nuevo. Suponíamos que terminaría sucediendo y más cuando llegaron aquellas salidas de madrugada al balcón para fumar la mitad del paquete de cigarrillos que muchas veces tenía que apagar yo misma, si el sueño la vencía. Creo que jamás llegó a superar la pérdida de papá y el estrés le com...