Me desperté con un sabor amargo acompañado de un fuerte dolor de cabeza. Sentada en la alfombra del salón, con la cabeza apoyada en el asiento del sofá de piel roja todo me daba vueltas. Las cortinas dejaban al descubierto un ligero velo de luz con partículas de polvo flotando en el ambiente. La noche había sido larga, y el día se presagiaba aún más eterno. Desde que Billy abandonó el apartamento con Tiffany, el reloj ya no narraba el tiempo… que parecía detenerse delante de mí, mirarme fijamente y desaparecer sin dar un paso al frente. Mis recuerdos yacían apilados y desordenados como el mar de lágrimas que me invadió la noche anterior. Me sentía invisible ante el mundo. Ni siquiera el espejo reflejaba mi silueta, recortada por la pérdida de peso repentina tras aquellos meses traumáticos que dejaron la huella más imborrable de la historia de mi existencia: la pérdida de mis padres en accidente aéreo, dos abortos, y el abandono de Billy la noche en la que se enteró de que era l...