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Mostrando entradas de septiembre, 2020

#microcuento

Tenía una agenda tan apretada que apenas le daba tiempo a despertar por las mañanas, ni a soñar en las noches más largas. Un café solo con miel por la mañana y su libro favorito al lado. Aquel de las páginas en blanco, y con olor a distancia y a mar, que le animaba a seguir improvisando. Pero a pesar de todo, ella le seguía esperando, atrapada en aquella gran ciudad donde cada tarde se perdía caminando. Una ciudad testigo de todas las historias jamás vividas, pero contadas a través de su instagram. La misma donde se ocultó el sol que iluminaría su rostro por última vez. Hoy conocida como la ciudad de la espera, de las horas extra en la oficina, de las solitarias noches en vela, de los viajes en metro a ninguna parte, y de los breves momentos de pasión. Desde que la compañía del amor de su vida se cruzara con ella una tarde... posando con él, inocente, sonriente y vestida de blanco. #microcuento                    #saraoss 

#microcuento

Desde que te marchaste, la sopa se sirve fría y el té helado. Las velas ya no alumbran, y las buenas noches se dejaron a un lado. Los días futuros resultaron ser el reflejo en el espejo de los días pasados. Y es que hoy todo se repite, aunque ya nada resulta igual que antes. Aquella pared pintada en blanco roto dejó de proyectar nuestros recuerdos más ocultos, y mis sueños jamás contados. Y cada mañana, la habitual ducha caliente sin el vapor de agua de ambos cuerpos presentes, cuando aún éramos uno, envueltos en dos almas sin rumbo. Y ese juego de mesa inolvidable en el que no se puede perder, sin haber ganado antes. Mirar al balcón ahora vacío, con vistas a ninguna parte. Pero siempre con dos copas de vino delante. Y vuelta a empezar. Porque hoy sólo queda un día menos para un día más... #microcuento                    #saraoss 

#microcuento

Él necesitaba tiempo. Ella necesitaba espacio. La ley de la gravedad hizo el resto. Jamás volvieron a dejar volar sus falsos sentimientos. #microcuento                     #saraoss 

#microcuento

Comienza a llover, por las lágrimas de un Sol marginado al caer la noche. Y sobre aquella playa sin orilla, la luna brilla iluminando su mar en calma. Mientras, magestuosas sombras se proyectan de la nada. Son los guardianes inmóviles de la ciudad que nunca duerme, envueltos en su armadura de acero y cristal, que vigilan sin descanso cada movimiento. El reflejo de sus ventanas sobre el agua proyecta las vidas de sus habitantes, viviendo una falsa intimidad. Hoy convertida en desgracia. Cuando sus calles siempre apuntan al mismo lugar. A aquel reloj de arena que quedó anclado y congelado en la plaza principal, testigo de aquella despedida forzada. Cuando la luz de las farolas aún proyectaban la sombra del tiempo. Una gota de su perfume sobre las olas sería el viaje eterno de su esencia. La misma que dejaron escapar aquella noche que sólo sabía nevar, vistiendo de blanco la ciudad que jamás dejó de buscar, aunque le vio morir entre los brazos de aquellos Rascacielos de N.Y. ... sin duda ...