ENCUENTROS


Las seis de la mañana. Y como cada día, jamás se pierde un nuevo amanecer. Inmóvil, en el mismo lugar de la playa perdida se sienta a esperar. Jamás falta a la cita. Sólo el suave viento de poniente intenta desplazarle de aquel lugar elegido para volver a soñar. Quieta, sola, en silencio…casi conteniendo la respiración… porque está a punto de presenciar el momento más bonito del día, que casi todos descuidan por estar durmiendo.

Es por culpa de ese pensamiento… a veces es algo cabezota y reconoce no cambiar ante aquellas ideas que muchos dicen son absurdas. Pero más que nadie mantiene los pies en la tierra. Aquella de esperar y esperar… pasar las horas del eterno día esperando verle aparecer, asomar en el horizonte. Y él, con esa fuerza, con ese ímpetu, con esas ganas de llegar, arrasando todo a su paso, dando siempre el primer paso y derrochando vitalidad. Y ella casi inmóvil y llena de frialdad, busca ese momento. Aquel en el que ambos se acercan y funden sus cuerpos. Esa furia que desata la pasión de un eterno momento que el reloj dice que son sólo instantes perdidos en el tiempo, que jamás volverán a ser iguales, que tan sólo serán recuerdos. Y cuanto más cerca se hallan la furia se calma, las caricias comienzan y el silencio acompaña.

Dos almas perdidas, de distintos mundos… que se encuentran cada mañana, a pie de playa, donde historia breve comienza y termina, donde sólo coinciden gracias al impulso del viento que arrastra los cuerpos que van al encuentro. Instantes congelados en el tiempo, donde el  contacto va en auge al final del día, cuando la luna aparece, él se enloquece y ella está más tranquila. Instantes mágicos que jamás se volverán a repetir de la misma forma, en el mismo lugar… por mucho que ella espere, pues no siempre la puede alcanzar. Del temporal depende su fuerza para llegar. Y él, que cada noche se acerca con impulso y pasión para arroparle a ella… que espera recibir su calor.

Pero ¿por qué no puede durar más el encuentro? ¿por qué él nunca falta a la cita pero siempre va con prisas y cada vez  que se aleja de ella la deja sola en la orilla? Ella no puede salir a su encuentro, y él no puede quedarse con ella, porque depende del viento. La frustración les envuelve, su mente se aleja, sólo puede llevarse su esencia… que es lo que queda cuando se dicen adiós en silencio, aunque muchas veces él casi la lleva consigo…se acerca suavemente a ella rebajando el ímpetu que describe su viaje hasta la orilla, le acaricia suavemente y se funde con ella en un instante breve, durando mucho más la despedida, pero sin volver al horizonte con las manos vacías. Ella siempre esconde algún detalle que se puede llevar al partir, para que pueda recordarla sin tener que venir. Jamás volverán a coincidir en el mismo sitio, en el mismo momento del tiempo…por eso ella le entrega un puñado de conchas para que no olvide el encuentro. Qué pena que él sólo sea el mar, que depende del viento para poder alcanzar aquella orilla… donde habita la arena que siempre le da la vida…

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