ESCAPE AL VACÍO


Estoy bien, pero me cuesta dormir por las noches. Apago la luz, pero sigo sin encontrar el maldito interruptor que logre desconectar mi mente. El estrés y las preocupaciones se empeñan en meterse en mi cama y no salir de ella hasta altas horas de la madrugada. Me roban el sueño como si nada. Me persiguen a pesar de las distancias que pongo respecto al foco de mi desgracia. Estoy bien, pero tengo miedos e inseguridades que antes no tenía… ni siquiera sabía que existían. Estoy bien, pero de nuevo aparecen esos pensamientos que dominan mis sentidos, que se cuelan en mi mente y nublan mi camino. Lucha entre un corazón perdido y una mente que le cuesta pensar con claridad, que ha de cambiar sus esquemas, que le cuesta avanzar porque el sentimiento le frena y me hace quedar atrás. La cuerda tira fuerte…imposible olvidar y dejarlo en recuerdo que perdure en la eternidad. Estoy bien, pero me duele la cabeza como nunca... Estoy bien, pero parece que mi cuerpo no dice lo mismo. Estoy bien, pero otra vez esa continua contradicción de cada mañana entre lo que pienso que es y lo que quiero que sea… al menos eso lo tengo claro mientras me respeta el sentimiento, y cuando recuerdo que lo sé y estoy segura de mi misma es cuando empiezo a estar bien y a encontrar la paz que agarro con hilos de seda… una paz que tiende a dejarme sola cuando menos lo esperas…

Es entonces cuando la realidad vuelve a golpearme, y me permite dar dos pasos atrás y observarme. Con los inútiles objetos de siempre. Con el teléfono inerte pero con la mirada clavada a cada instante, sin tener suerte. Sin opciones de distracción para enfrentarme a mí misma y a todo aquello que no quiero ver, que me aterra aceptar. Hasta que me encuentro ahogando los gritos en la almohada, sin poder parar de llorar. Mi desolación se expande a la medida de la habitación, de la ciudad, del mundo sin explorar. Estalla el corazón y la mente se cierra. Sufrimiento que durará lo que duren las lágrimas o la paciencia de un tiempo sin rumbo que se niega a mostrar un adelanto del futuro y que mantiene la incertidumbre y el desconcierto a flor de piel por pasar tan lento. Pero el padecimiento se hace intenso por momentos. Insoportable. Y me incorporo, y miro a mi alrededor. Nada. Nada que calme el dolor. El tiempo da tregua pero deja vacíos inexplicables y una pregunta en el aire: ¿qué ha pasado?. Siento que mi interior se resquebraja en pedazos y, también, cómo estos caen. Me abrazo a mí misma, como si fuera a romperme por fuera. A veces lo desearía, si eso hiciera que doliera menos. Sé que tiene que doler, y doler bien fuerte, para que esto funcione como un escarmiento, una especie de contrición. Pero quisiera que parara, antes de astillarme los huesos y antes de terminar de arruinarme. Quisiera que se detuviera para poder proseguir mi vida, para poder salir de este limbo eterno y doloroso, para poder lograr que la gente me crea cuando les digo que estoy bien, que ya no pasa nada: Si sólo me duele cuando respiro...

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