¿CUÁNTO TIEMPO ES PARA SIEMPRE?




Ella escribió sobre el papel antes de partir:

“Toma, guarda este trocito de mí para cuando estés solo. Es la mejor parte de mí, aquella que hizo que tu mente se desconcentrara fácilmente en los instantes de deleite. Sí, esa precisamente. Te la dejo algo estropeada, eso sí… no precisamente por el paso del tiempo, sino por los arañazos que tú mismo le has hecho al no saber valorar lo que te quería aportar. Ponlo en un cajón de la habitación o hazle un sitio en la repisa de la entrada del salón. Llévalo cuando salgas de vacaciones y preséntaselo a tus seres queridos, cuando quieras recordar lo mejor que tuvimos. No lo saques a bailar, porque sabes que le incomodará, pues no le gustan las multitudes y los actos públicos. Mantenlo en la discrección siempre que puedas, y no dejes que tome demasiado protagonismo. Se asustaría, huiría y no volverías a verlo.

Recuérdalo de vez en cuando, pero no siempre. Ten cuidado porque se te va a acercar en los días de tristeza, cuando me extrañes y no tengas nada a mano para intentar olvidarme. Quema todas las fotos de todos los momentos que nos unieron, con esto que te dejo ya es bastante. Te advierto que a veces molesta, y hace ruido por la noche, reclamando atención, precisamente cuando no puedas dormir, se colará en tus sueños. Aparecerá de imprevisto en tus largas noches de desvelo, inevitablemente, porque le gusta acompañarte en tus pensamientos. Mientras estés bien, quizás no lo sientas y se quede ahí, quieto y acumulando polvo y suciedad de los recuerdos formados, en el lugar más remoto tu oscuro mobiliario. Pero ese poquito de mí estará ahí, para siempre. Déjalo donde más te guste. Escóndelo, guárdalo bajo la almohada, píntalo de otro color cuando se vuelva gris con el paso del tiempo, ponle mi perfume o enmárcalo. Lo único que no vas a poder hacer es deshacerte de él, sobre todo cuando más molesto te resulte. Dicho esto, ten, aquí te dejo MI NOMBRE.

La historia se ha perdido ya... en mares y arroyos, y solo queda esto, que durará eternamente. Y de repente me doy cuenta de que no existo, que no estoy allí físicamente, a tu lado, pues decidí coger el tren del olvido y entregarme al más remoto retiro. Siento en mi espalda el repaso de mi extraña existencia que me permite conocer la tuya aquella tarde, pero me aleja de tu esperanza. Y sola, dejando pasar el tiempo sin fijarme en los momentos que ya son historia perdida en paraísos de gloria… me pregunto  ¿Por qué no puedo estar allí? En aquel mundo olvidado y artificial construido con una canción que marcó el inicio de algo, no sé muy bien de qué, pero que no mantuvimos a salvo. Lo único que sé es que no lo quise perder, y fue imposible de sostener. Aquí estoy una tarde mas, si no muero es porque el oxígeno me sigue invadiendo en contra de mi voluntad. Aquí sigo, respirando, sin un rostro al que contemplar…

Aun así, esta blanca página sonríe tiernamente y me dice que nuestra historia no tiene fin, justamente porque nada termina sin comenzar. Y a pesar de la nada, leo todo en el vacio del blanco papel… cuando sonrías al nuevo día, no estaré, porque habitaré a unos cuantos años luz de este presente que todavía saborea un cuadro de un “nosotros”, tú y yo; tan lejos, tan cerca, demasiado olvidado para recordar todos estos dulces silencios entregados. No estaré, seré un renglón ilegible, después de hoy… no estaré. Sin palabras, suertes cruzadas en la esfera de la distancia dictarán mi ausencia en el camino donde viajarás con mi nombre. No estaré, mañana será como si nada hubiera sido; un abrazo, un beso, una tarde de consuelo y alegría yacen en la blanca página, víctima del olvido. No estaré, mañana no estaré como hoy, como ayer… pero te quedará la parte que te llevaste de mí… que dudo que no sea imprescindible para que yo pueda sobrevivir… o al menos, saber quién soy, o quién fuí. Y será en ese momento, justo en ese instante en el que estés a punto de olvidarme… cuando alguien grite mi nombre, para despertarme.

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