EVIDENTE
Charlar
con el amigo de un amigo de un amigo, y que me diga lo mismo que me dicen todos
mis amigos y los amigos de mis amigos… me hace ver que eso que yo sé, lo sabe
todo el mundo. ¿Lógica? ¿tal vez ética, principios de convivencia o valores?.
Las opiniones son distintas, pero las conclusiones pertenecen a la misma
familia. Pero lo mejor de los consejos de aquellos, hasta ayer desconocidos, es
que dan en el clavo con la sinceridad de saber la mitad de la historia y no
necesitar más para encontrarla tan igual a otras tantas. Es que no hay que
saber demasiado para hablar de algunas cosas que no destacan por su
originalidad. "Si va, va,
y si no va, no va". Tan cierto, exacto, matemático y evidente.
Y a otra cosa. Que no tanto razonar como tomar de guía lo que uno siente para
hacer quedar bien a cierta gente. Que hay cosas que no cuadran, jamás encajarán,
por ser piezas de un puzzle con los bordes limados debido a la erosión del paso
del tiempo. Que todo tiene un por qué, una explicación. Seguro. Que todo sucede
por algo, que nada es fortuíto. Evidente, no lo dudo. Pero ¿y qué? ¿Qué más me
da que me da lo mismo si mi cerebro se esfuerza en asimilar lo sucedido y mis
sentidos juegan en una “champion” paralela, donde nada tiene que ver con lo que
la gente comenta?. Que tantos testimonios tienen su sentido…tantos y tantos
entendidos, pero no hace que uno esté más tranquilo. Son tus por qués, no los
míos. Son tus incoherencias fruto de una infancia aún no superada que conlleva
actitudes difíciles de explicar con palabras. Lo mires por donde lo mires, no
se puede justificar algo que no sentimos que pueda tomarse a bien, sino más
bien todo lo contrario. Y todo se resume a una última frase que se grabó en la
memoria de un teléfono, hoy sin dueño, que yace en el cajón de los recuerdos,
aquella frase que no se cumplió, que sobre la amistad hablaba, creo. Palabras
arrastradas por el viento que hoy todavía aguantan gracias a las pinzas de unas
comillas, a punto de volar lejos. Demasiados motivos expuestos a lo largo de
los días que quedan vacíos para un corazón que dejó de razonar en cuanto se dio
cuenta que pecaba de ingenuidad. Que no hay por qués que callen mi verdad. Nada
es como antes, lo sé. Palabras que prometían hacerlo mejor y romperlo todo sin
tener razón. Pero es igual al antes de ese antes que, evidentemente, jamás
volveré a justificar. La compresión para el que se la gane, ya no la pienso regalar.
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