ALGO MÁS QUE AGUA


Muchos dicen que estamos hechos de agua…para mí es sólo una manera “fría” de decir que estamos hechos de recuerdos y sueños sin cumplir, al fin y al cabo de esperanzas que se plasman y se proyectan en nuestro destino, que dibujamos a cada paso y con cada rumbo que decidimos tomar o que queremos evitar.
Ella muy bien lo experimentó, aunque jamás lo quiso redactar. Bióloga casi licenciada en la más prestigiosa universidad (la universidad de la vida, que es en la que mejor te puedes graduar), siempre defendió la teoría “del agua”. Al fin y al cabo somos agua, a algunos les corre por las venas aguas más transparentes (casi cristalinas, aquellas que abarcan más vida), a otros les corre aguas más turbias (aquellas que deshechan cañerías) y… a otros simplemente les corre orchata. Los ritmos los da el carácter, y los controlan los años de experiencias ganadas. Pero nada más lejos de la realidad que el sudor que emana del alma son las toxinas que envenenan el karma. Esa era la teoría más clara, tan indiscutible como que estamos danzando por el mundo hasta las tantas de la madrugada en busca del calor de las gentes y escalando las áridas montañas de nuestra rutina diaria.
Mente científica que nunca descansa de buscar los por qués y que siempre se encuentran en lo físico, en todo aquello que se ve. Levantarse por la mañana y tomar zumo de naranja, porque si de agua estamos hechos… tomarla sólo en duchas ligeras para que no ahoguen un corazón que está cansado de meterse en charcos sin hacer pie, pero a punto de tocar fondo después de haber estado flotando sin salvavidas y riéndose de los barcos. Acudir a las clases y volver de un laboratorio de infinitas pruebas químicas que no demuestran nada y saber que no hay descanso, que “el agua” del cuerpo pesa, llena cada rincón de la piel y la debilita a cada instante… jamás volverá a tener sed.
Y es allí donde, después de tomar el temtempie de media mañana, se acerca al salón donde le espera con los brazos abiertos en forma de láminas de cristal opaco de verde botella una ventana, desde donde se divisa un barco sin rumbo que no sabe nadar, anclado en la tierra porque ya no existe el mar. Sólo desierto, las aguas inundan los cuerpos… agua que atrapada y esclava de las humanidad se quedó sin libertad para bañar las tierras fértiles que jamás florecerán.
Panorama desolador que termina frente a un  pupitre de madera, bolígrafo en mano y pluma de marfil para redactar un diario al anochecer… a prueba de la ciencia, que seguro esta noche perderá la apuesta de la eterna pregunta. Comienza a escribir, mente más en blanco que la página… ¿será verdad que estamos hechos de agua?. El pulso comienza. Y frente al papel, aparece la primera palabra… palabras que emanan a raudales de un cuerpo aún sediento de esperanza que en un desesperado desahogo explota en parrafadas, y de una mente científica que se niega a reconocer que el agua es la expresión de los recuerdos vividos y de los sueños sin recorrer. Sólo eso, atrás ya no puede volver. Y tras cerrar el libro, ahora lleno de recuerdo, sentimientos, sueños y motivos…último vistazo a la ventana del olvido, que ahora muestra su paisaje marino, por retornar el agua al orígen de donde un día vino… y la puerta se cierra tras una mujer que hoy celebra dos años desde que publicó su primer libro.

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