LA LUZ LUCHABA POR HACERSE UN HUECO
La luz
luchaba por hacerse un hueco entre la humareda de aquella taberna irlandesa con
vistas al mar, punto de encuentro de penas y desengaños tendidos al borde de un
vaso de vino rellenado a cada minuto, según varios testigos.
Para él
la vida había iniciado su cuesta abajo, un trampolín sin sentido, justo en el
momento en que fue considerado prescindible y empezó a estorbar en cada uno de
los rincones que intentaba ocupar para seguir adelante. Al aceptar el precario trabajo
en el pub, sabía que solo se trataba de un empleo temporal, ni siquiera le
habían hecho contrato, que la inestabilidad le esperaba al pasar sólo dos hojas
del calendario. Sin embargo, el paso del tiempo sin indicios de despido en el
horizonte y alabando su fiel servicio le llevó a confiar… no, no fue una buena
idea.
Había intentado impedir lo inevitable, revisando los servicios prestados a
la empresa, teniendo en cuenta su buena fe de no haber buscado empleo mientras
estuvo interino, ofreciéndose a trabajar por un sueldo inferior… hasta suplicó
que no le echaran; para él la humillación no era tal cuando se trataba de
defender su trabajo. Pero nada de eso servía, poniendo en balanza su origen y
raza.
No
habían pasado horas del brutal atentado contra el cuartel de la Guardia Civil,
y por razones que aún no entendía estaba en la calle. Pero lo que mas temía era
ver en los ojos de ella los sueños rotos tras tantas penalidades que habían
pasado en Argelia. Casi no sobreviven a la última guerra…de hecho la huida
común se truncó porque el pasaporte de ella quedó enterrado y calcinado entre
los restos de escombros de la antigua fábrica de tabaco. La corrupción del
nuevo gobierno dictatorial jamás facilitaría los trámites… menos mal que el
pequeño barco ilegal tocó tierras irlandesas desembarcando toneladas de
esperanza para ahorrar y traerla de vuelta a lugar seguro.
Le
prometió regresar para traerla consigo a Irlanda y sacarla de aquel infierno… y
eso iba a hacer. Salió de aquella taberna decidido a conseguirlo. Llevaría
andado sólo unos metros cuando una luz le cegó, y cuando recuperó la vista un
coche se detuvo bruscamente a su lado y, sin tiempo para reaccionar, unos
hombres le obligaron a introducirse en el. En el interior le quitaron la
documentación y confirmaron entre ellos al leer su nombre. No entendía que
decían pero sí que era inglés. Sin mediar palabra cuando llegaron a un
aeródromo, le metieron esposado y con los ojos vendados en un avión que partió
con rumbo desconocido. Sueños e ilusiones ahora diluidos… ¿cómo contárselo a
ella? Ya le falló una vez al separarse, ahora no podía arriesgarse. A medida
que el vuelo se alzaba, sentía que la desolación caía al vacío en paracaídas,
desprendiéndose de su alma. Sólo, volando alto sin rumbo y despojado de sus
escasas pertinencias.
No paraba de decir que tenía que ser un error, que no sabía sobre que le preguntaban y que no conocía a los que en fotos le enseñaban. Golpes y de nuevo las mismas preguntas fueron toda la compañía que tuvo hasta que notó que aterrizaban. Seguía con los ojos vendados y pudo sentir que le llevaban en un coche. Aquella voz del aeropuerto… “tenía que ser Grecia”, pensaba.
Tras permanecer unas horas encerrado en el maletero, le obligaron a subir de nuevo a otro avión. Y de nuevo los golpes y las preguntas hasta que llegaron al destino. Una vez le quitaron la venda pudo averiguar preguntando a la persona con la que compartía celda… no podía creerlo, estaba en una base de Afganistán… y las voces recorrían sonámbulas aquel largo pasillo de la libertad, que repentinamente quedó en el mar.
Él respondió con miedo, y aquel soldado abrió la celda y le dio algo
escrito en árabe para que lo fuera leyendo mientras se dirigían por la base de
nuevo hacia el avión. Una vez en él le explicaron que, tras comprobar sus
papeles, había sido todo un lamentable error, que le llevarían de regreso a
casa, pero bajo la condición de que olvidara todo lo sucedido, de lo contrario
podían volver a encontrarlo y lo pagaría caro. Aceptó, con las mismas
incomprensibles palabras que retumbaban en su cabeza desde que se vio en
aquellas tierras. No paraba de decir que tenía que ser un error, que no sabía sobre que le preguntaban y que no conocía a los que en fotos le enseñaban. Golpes y de nuevo las mismas preguntas fueron toda la compañía que tuvo hasta que notó que aterrizaban. Seguía con los ojos vendados y pudo sentir que le llevaban en un coche. Aquella voz del aeropuerto… “tenía que ser Grecia”, pensaba.
Tras permanecer unas horas encerrado en el maletero, le obligaron a subir de nuevo a otro avión. Y de nuevo los golpes y las preguntas hasta que llegaron al destino. Una vez le quitaron la venda pudo averiguar preguntando a la persona con la que compartía celda… no podía creerlo, estaba en una base de Afganistán… y las voces recorrían sonámbulas aquel largo pasillo de la libertad, que repentinamente quedó en el mar.
Fue
entonces, dos meses después cuando recordó a aquel periodista que le entrevistó
en la playa. Le dijo que nada tenía que contarle porque su vida empezaba ese
día en aquella playa irlandesa. Ahora sí, se sentía ya parte del sistema, e iba
a ser un héroe empezando de cero… y ella estaría orgullosa desde el cielo.
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