ROMPIENDO LAS HORAS

Volviendo la vista atrás, el tiempo se llevó todo lo material. El pasillo está frío. Las cortinas se
agitan sin cesar…señal de que el tiempo vuela y jamás regresará. La puerta es
golpeada por la locura y la furia de las horas que quieren entrar. Las mismas
que habitarán unos instantes y se marcharán por la misma ventana por la que escapan
aquellos sueños que no son habitados. El espacio se aprieta contra el cuerpo y no
podemos respirar…el tiempo agobia y presiona porque también quiere escapar. Y
ese encierro comprime el alma. La idea de que es injusto que se lleve tus
momentos más preciados y que jamás los vivirás… tener certeza de que es "por algo", de que todo sucede por
alguna razón, y a la vez ese algo jamás sucede, si lo dejas escapar con las horas
muertas para toda la eternidad. Aparece la culpa… culpa que se
transforma en resentimiento, y resentimiento que pasa a ser odio. Darse cuenta pronto que ya nada tiene sentido. Marcar la pared con días que borra la
humedad de las tormentas de un alma que busca nuevos caminos, al margen de un
tiempo al cuál vivimos pegados, que marca nuestro ritmo, nuestros pasos. Sí, esclavitud de las horas.
Y hasta la soledad se escapa y te deja sola. Sin un
tiempo marcado por un reloj que guíe aquellas horas ya rotas en el frío suelo. Sola, sola,
sola, hasta volverte irremediablemente loca. Y por las noches caminando y avanzando
te das cuenta de que es en vano, pues cuando el tiempo te abandona, el futuro se apaga
y sólo existe oscuridad. ¿Y si paso desapercibida entre las horas? Tal vez
consiga continuar. En ese momento me doy cuenta…nos debemos una despedida, una
charla y un reencuentro. No me puedo marchar. Dejé una promesa sin cumplir, una carta a medio
terminar y me fui sin saludar. Quedaron preguntas por hacer y besos por dar.
Hoy ya no sé si hay algo de todo eso, pero estoy segura de que no creo en las
casualidades. Cristales rotos. Todo se lo lleva el tiempo. Excepto esa maldita canción, que sigue sonando…
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