ROMPIENDO LAS HORAS


Los años se van y jamás regresarán. Realizan un viaje eterno, se alojan en lugares remotos más allá de los sueños. Anclados en el tiempo, como elementos del pasado, permanecen callados, y en silencio. Porque no tiene que ver las ganas de andar para recorrer… avanzar rompiendo las horas a través de un tiempo que envejece, a la par que se deteriora. Un tiempo rebelde que jamás se queda quieto, que anhela el viaje, que quiere escapar, que odia el presente y evita  un futuro que jamás alcanzará. Todo es un final, todo es un comienzo con la nueva edad. Pero antes de marcharse nos deja regalos, momentos, aprendizaje y recuerdos…sin guías ni manuales para continuar navegando entre horas amontonadas sin orden ni lógica, en una habitación en la que hace mucho ya que dejó de pasar nada. Pensando que quien no sabe dónde quiere estar, no estará nunca en ningún lado, viendo pasar el tiempo, viviendo más los sueños que la propia vida, sin saber de qué están hechos.
Volviendo la vista atrás, el tiempo se llevó todo lo material. El pasillo está frío. Las cortinas se agitan sin cesar…señal de que el tiempo vuela y jamás regresará. La puerta es golpeada por la locura y la furia de las horas que quieren entrar. Las mismas que habitarán unos instantes y se marcharán por la misma ventana por la que escapan aquellos sueños que no son habitados. El espacio se aprieta contra el cuerpo y no podemos respirar…el tiempo agobia y presiona porque también quiere escapar. Y ese encierro comprime el alma. La idea de que es injusto que se lleve tus momentos más preciados y que jamás los vivirás… tener certeza de que es "por algo", de que todo sucede por alguna razón, y a la vez ese algo jamás sucede, si lo dejas escapar con las horas muertas para toda la eternidad. Aparece la culpa… culpa que se transforma en resentimiento, y resentimiento que pasa a ser odio. Darse cuenta pronto que ya nada tiene sentido. Marcar la pared con días que borra la humedad de las tormentas de un alma que busca nuevos caminos, al margen de un tiempo al cuál vivimos pegados, que marca nuestro ritmo, nuestros pasos. Sí, esclavitud de las horas.
Y hasta la soledad se escapa y te deja sola. Sin un tiempo marcado por un reloj que guíe aquellas horas ya  rotas en el frío suelo. Sola, sola, sola, hasta volverte irremediablemente loca. Y por las noches caminando y avanzando te  das cuenta de que es en vano, pues cuando el tiempo te abandona, el futuro se apaga y sólo existe oscuridad. ¿Y si paso desapercibida entre las horas? Tal vez consiga continuar. En ese momento me doy cuenta…nos debemos una despedida, una charla y un reencuentro. No me puedo marchar. Dejé una promesa sin cumplir, una carta a medio terminar y me fui sin saludar. Quedaron preguntas por hacer y besos por dar. Hoy ya no sé si hay algo de todo eso, pero estoy segura de que no creo en las casualidades. Cristales rotos. Todo se lo lleva el tiempo. Excepto esa maldita canción, que sigue sonando…

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