ALGO OCULTO EN MÍ

Resultado de imagen de chica reflejo espejoEran casi las ocho en punto de la mañana de un lunes sin sol. Pero un sueño plácido y abrumador envolvía a Mara más allá de las sábanas de satén. Los últimos segundos soñados parecían tan reales que dudaba de si había estado despierta antes de que su madre tocara bruscamente la puerta del dormitorio, en el que se respiraba un ambiente amargo y opaco desde que el sol decidió no volver a pasar a despertarla por las mañanas.

El despertador había dejado de marcar las horas desde hacía varios días. Pero ya no le importaba. Estaba acostumbrada a medir el tiempo en momentos, no en minutos. Se incorporó despacio y se sentó en el borde de la cama para intentar poner el orden unos pensamientos que hacía tiempo no lograba encontrar. Que tal vez ya no existían o no habitaban en su cabeza. Sólo un gran calendario que parecía inundar la habitación marcaba la fecha en rojo de la temida selectividad. Por supuesto, sólo podía ser hoy. El día después de que Mara fuera convencida para hacer la locura de su vida.

Tardó unos segundos en reaccionar, miró a su alrededor pero no lograba recordar nada acerca de la fiesta de la noche anterior, aquellas fiestas a las que se suele acudir justo el día antes de un examen final para olvidar los problemas… o más bien para encontrar nuevos. Un tímido rayo de luz de la lamparita de noche iluminaba un bolso tirado en el suelo, dejando entrever restos de maquillaje, apuntes en sucio, un teléfono móvil sin batería que logró conectar para ver un mensaje de Julia (inquieta y preocupada por no saber de Mara desde que salió de la fiesta anoche para ir a casa), una agenda en blanco sin proyectos y una serie de analgésicos que debió tomar al salir de la fiesta. Ni siquiera recordaba cómo regresó a casa, ni si había sucedido algo de lo que pudiera arrepentirse. Los efectos del alcohol le habían hecho olvidar justo lo que tenía que recordar.

Bajó a la cocina para coger algo de desayunar. Su madre no le dirigió la palabra en todo el rato. Eran las pistas que llevaban a pensar que esta vez había metido la pata hasta el fondo, y le aterrorizaba preguntar, cuando ni ella misma recordaba. Prefirió ignorar, olvidar y tratar de seguir adelante, aunque el ambiente en el que se había despertado era cuanto menos acogedor.

Al llegar a la estación, recorrió el andén desde el principio hasta el final como cada mañana, con la diferencia de que aquella no sería una mañana convencional, sino decisiva en el futuro de su carrera profesional. Siempre había soñado con ser médico y la nota de corte de selectividad no era muy esperanzadora, teniendo en cuenta que la cabeza le explotaba y la preocupación se apoderaba de unos pensamientos que lograban tomar distancia de lo que pudo suceder anoche para despertar con tal descontrol en aquella vida ahora sin sentido.

Se sentó en la última fila del tren. El cristal de la ventanilla reflejaba una imagen de Mara que no reconocía. Sacó los apuntes para dar el último repaso a un temario imposible de recordar hoy, por mucho que llevara preparándolo estos meses con excelentes resultados. Cuando por fin en tren arrancó sin previo aviso, dejando tirados a ciertos viajeros que no lograron incorporarse a tiempo y cuyas siluetas quedaban gravadas en un andén que desaparecía en el horizonte. Había coincidido en el vagón con varias chicas del instituto, que se negaron a dirigirle la palabra y le esquivaban la mirada, como si tuvieran algo que ocultar, que en ella parecía obvio. Esa información que llevaba toda la mañana buscando y que no podía encontrar. Le miraban de forma muy extraña. Alguna de ellas podía haber estado en la fiesta. Su mente se trasladó allí por un instante al ver sus rostros, riendo y charlando ajenas a todo. Sin preocupaciones, sin importar que a la vuelta de la esquina les esperaba el temido examen. No parecían estar en este mundo, al menos no en el de Mara… un mundo que hasta hace poco consideraba que habitaba. Piropeaban al revisor y hacían bromas sin sentido. Le señalaban sin pudor. Los recuerdos mezclados se amontonaban sin contexto claro. Su profesora siempre decía que la primavera no tiene remedio. Creo que esa noche Mara había hecho el amor por primera vez. Y sin precauciones.

Cuando los recuerdos comenzaban a ordenarse y empezaba a tener un mayor rechazo de sí misma, el frenazo inesperado del tren le hizo regresar a la realidad para bajar y entrar en clase… añadiendo un apunte más aquel día surrealista. Faltaban aún dos meses para el examen final. En ese momento tuvo una visión del calendario con la hoja de Abril a medio arrancar… dejando al descubierto Junio y la fecha señalada, que fue lo primero que vio al despertar. La fiesta de anoche quedó en un contexto aún más aislado. Nadie recordaba o quería recordar nada de esa noche. Todos los asistentes tenían algo que esconder de lo que no se sentían orgullosos. Le miraban y trataban como una extraña. Habían olvidado que en ese tipo de fiestas pre-universitarias el alcohol, las drogas y el sexo están a la orden del día, y casi nadie se libra de ser víctima de alguna manera.

Pero en aquel colegio hostil, parecía ser el demonio entre un reguero de santas. Poco a poco fue recordando. Un rostro masculino cubría sus labios mientras sentía su cuerpo desnudo sobre el suyo. La confusión le hacía temblar. Necesitaba aislarse para pensar con claridad. La prueba de embarazo le sacaría de dudas… unas dudas que marcarían su futuro. Antes de poner un pie en clase, debía decidir si dejarlo todo o por el contrario continuar con lo que tanto esfuerzo le había costado sembrar. Se encerró en el baño del instituto justo cuando sonó el timbre de inicio de las clases, y mientras oía cómo la gente corría por los pasillos hacia sus respectivas aulas. No había tiempo que perder. La espera se hizo larga. Pero salió negativo. Una sensación extraña invadió su cuerpo. Se sintió libre y aliviada, a la vez que perdida en un mundo en el que había dejado de encajar de la noche a la mañana, amaneciendo como una persona completamente nueva, sin sueños ni esperanzas. Sin imagen en el espejo.

Estaba deseando llegar a casa, y darse un largo baño para intentar recuperar su pasado. Volver a tomar las riendas de su vida. Esa noche, soñó con dos islas que se hundían en un océano de gas. Se levanté con un dolor de cabeza intenso, el vientre rígido y el pecho oprimido. Vómitos y mareos le sorprendieron durante el desayuno. Se encontraba fatal, pero no podía meter a su madre en más problemas, y se marchó sola a urgencias aquella mañana de Abril lluviosa. Los médicos fueron contundentes. Le advirtieron que si seguía con el embarazo nacería un monstruo. Mara se quedó helada. Doble impacto. No entendía por qué iba a ser un monstruo y lo más importante, cómo había sucedido finalmente lo que se temía. Su mundo se derrumbó aún más y fue incapaz de mantener la calma. Aquel test de embarazo resultó fallido. Intentó ocultar su estado durante los nueve meses. Un secreto a voces. Cosa que habría sido imposible si no hubiera decidido buscar trabajo e independizarse dejando todo atrás, en contra de las advertencias de su madre, ajena a lo que le estaba sucediendo.

Se instaló en un pequeño apartamento compartido gracias al salario que obtenía como camarera en la cafetería que regentaba el tío de Julia, su mejor amiga, confidente, la única persona que no le dio de lado ni le trató como un bicho raro en ese periodo tan duro. Sin su apoyo, tal vez no hubiera sobrevivido. Ella era la única persona que conocía todo de Mara, sus secretos, incluso aquello de lo que ella misma no estaba muy segura, como fue lo que sucedió aquella noche. De hecho se enteró una mañana en un descanso del trabajo tomando un café. ¿Por qué se lo contaba ahora? Julia estuvo esperando el momento adecuado para que su estado emocional no afectara al feto en las primeras semanas de riesgo. En realidad había sido violada aquella noche. Y el chico hizo ver al resto de los compañeros que Mara lo había provocado, que había buscado un embarazo para atraparle y romper su futuro. Una versión que le costó la pérdida de identidad, sus amistades, estudios, en definitiva su futuro…  una parte de ella quería odiar a ese bebé, pero otra deseaba a rabiar tenerle entre sus brazos. Y ya era el octavo mes de embarazo. Julia no quería que afectara a su proceso y que pasara esta fase como toda madre primeriza normal, sin que esta historia hubiera creado en ella la necesidad de abortar, porque sabía que se iba a arrepentir conociéndola, como no podía hacer mejor ella. Conocerla a fondo. De modo que no podía enfadarse con Julia. Quería que su hijo creciera sano y feliz viniera de donde viniera, de lo cual jamás tendría culpa.

Al llegar a casa, pensó que un baño de inmersión les haría bien a los dos. Preparó la bañadera con sales marinas, se desnudó y, con el agua tibia hasta el cuello, le cantó al bebé una canción cuyo eco duró un mes entero. Al noveno mes, en la bañera testigo de tantas nanas improvisadas, nací yo, con una piel blanca y suave, con corazón de piedra y una inteligencia lo suficientemente grande como para darme cuenta de que jamás desarrollaría sentimientos por nadie.

Y hoy, veinte años después sentada en el sofá de la habitación de mamá, leyendo el diario que dejó intencionadamente en el cajón de la mesilla de noche junto a un bote de pastillas para dormir vacío, supe que me vio por primera vez y me abrazó fuerte; queriendo saber cómo latía mi corazón antes de dar su último suspiro y marcharse para siempre de aquel mundo incomprensible e injusto, en el que ahora habito yo sin rumbo, pero al menos conociendo mi verdadera historia, que puede que algún día me conduzca a algún lugar lejos de mis propias raíces, para encontrar los sentimientos que perdí la noche de su agresión, y que jamás coseché dentro de ella por no haber existido tampoco fuera.

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