DELIRIO
¿Dónde vas tan guapa? Con el cabello despeinado, con
las zapatillas viejas desabrochadas, con los pantalones blancos de Dior desgastados, con tus preocupaciones
bien ordenadas y con el cajón de sueños rotos de tu mesilla de noche a medio
cumplir. Siempre fuiste un desastre, lo sé. Nunca caminaste de la mano de la
suerte, pero los precipicios te quedaban a la altura de la suela de los
zapatos.
Eres fuerte, sexy y atrevida. La verdad dejó de
perseguirte porque tú solo sueñas con la fantasía en un universo de cristal. Te
sobra valentía y soledad en un mundo que no ha sido hecho para ti, en el que
hace tiempo dejaste de encajar como tú te merecías. Cuidaste de todos, pero
nunca de ti misma. Te dejaste llevar por los falsos consejos de alguien.
Volviste la vista atrás solamente para dibujarte con tinta de carmín una
sonrisa y mirar al frente. Tus ojos azul celeste sólo reflejaban el vacío y la
oscuridad. Ajena a todo y sin expresión en el rostro, le diste tu mano al
olvido e incluso a la soledad, que te atormenta de noche. Inmersa en la
fantasía que sólo tú sabías que existía, pero que en realidad era la verdad.
Estudiaste los gestos de las transeúntes que te negaban los gestos y se
burlaban de ti, y decidiste arriesgarte a contestar con una enorme sonrisa
trasparente y con la cabeza bien alta, y la mirada al frente. Nadie te
persigue. Pero tú no lo sabes. Estás sola en un mundo de nadie.
Pero las voces te acechan y las palabras surgen de un
viento que te golpea fuerte al asomarte al balcón del acantilado dónde vas cada
tarde a despedir al sol, que desaparece en el horizonte imaginario tras bajar
el telón de un mar aturdido y enfadado, cuyas olas enfurecen cada vez más de envidia al verte y luchan cuerpo a
cuerpo por llamar tu atención. El oleaje se crece y te empuja al vacío para
destrozar tus ganas, pero tú te agarras fuerte al viento y luces firme y segura,
envuelta en tu esbelta y blanca figura. E intentas ponerte de pie, con calma,
sin prisa pero con soltura. Sin perder nunca la sonrisa. Evitas saber del mundo
para protegerte de sus comentarios absurdos. Y observas a través del cristal de
tu alma todo aquello que jamás te sucederá, porque los mundos de fantasía no se
mezclan con el mundo real.
Y hoy lo has
vuelto a hacer. Has dejado que todos te miren sin llegar a verte. Pero sigues
siendo bella y sexy. Sólo tú sabes dónde empieza y termina el océano. Sólo tú
puedes oír romper las olas de un mar en calma. Nadie más lo consigue. Sólo tú
eres capaz de parar el mundo con tu sonrisa, acelerar el tiempo con tus pasos y
contarle a la luna tus secretos más extraños, dejando que te confiese los suyos
mientras se enrojece por el eclipse. Eres la única a quien escucha con atención.
Y acabas bailando con lobos heridos cuando sólo tú escuchas la música que
resuena sin ritmo más allá de aquel bosque sin explorar.
Sólo tú puedes dormir a la intemperie y perderte en
la vida de otros, sin que nadie te encuentre y sepan que existes. Cruzas
sigilosamente el camino que une la verdad, y tus pasos se borran tras atravesar
el viejo puente de madera y al abrir la puerta de tu universo, en el que estás
a salvo, porque sólo allí todos te entienden. Cada atardecer pasas frío, no
tienes a nadie quien te arrope y te de calor en las noches pasionales en las
que sol y luna hacen el amor entre el algodones de nubes rotas. Pero te
observan y te envidian. Elogian tu fortaleza y tus ganas de demostrar al
universo entero que tu mundo no es para ellos. Que sólo tú estás hecha para
habitar en él sin salir herida. Sólo te acompaña la lluvia, que cae de un cielo
despejado en tus noches en vela.
Todos dicen que estás loca, sólo por ser diferente al
resto y habitar otro mundo que nadie comprende. Pero para mí siempre serás
preciosa, aunque te obliguen a vestir de blanco y te fuercen a entrar en el
mundo real de la celda de aquel pabellón de cristal donde, cada noche, todos
los cuerdos se vuelven locos por ti cuando te ven regresar…
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