#microcuento

Sin más compañía que su sombra, emprendió el último viaje a sus origenes. La pequeña aldea que le vio crecer. La misma que un día le dejó marchar en aquel autocar, para alejarse de los bombardeos y de aquella infancia perdida. Empapada en lágrimas, nunca más logró encontrar la felicidad, aunque reinara la paz en su nuevo destino. Porque ésta siempre habitó en aquel entorno, en los rostros de aquellos niños que jugaban sin conciencia al otro lado del río. Esos momentos jamás volverían a repetirse en su retina. Sólo su cámara sería capaz de captar la paz después de la guerra. El panorama desolador en medio de lo que ya sólo era madera quemada, entre bosque y tierra mojada. Los mejores momentos en medio del sendero, que ya no conducía a ningún lugar. La imagen del pasado que ya nadie podría ver, y que sólo captaria el objetivo de su memoria. Una niña sonriendo, justo antes de cerrar los ojos por última vez. Al lado de aquella hoguera a la orilla del río, que hoy olía a carbón, azufre, canela y olvido...

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