#microcuento

Y fue en aquel instante, en el que el viento dejó de balancear aquel viejo columpio de madera oxidada del patio trasero de la casa olvidada, cuando se dió cuenta de que su amigo invisible se había marchado para siempre. Le espero durante meses, pegado al opaco cristal de la ventana principal, que ya apenas reflejaba la poca luz que quedaba del último atardecer sombrío. Porque la brisa jamás regresaría a aquel pequeño pueblo de la costa gallega, tras arrastrar todos los secretos de sus habitantes para la eternidad hacia un mar sospechosamente en calma. Un pueblo que ahora quedaba manchado por el misterio. Sin nombre, sin pasado, sin futuro. Sin historias de por medio. 

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