#microcuento

La tienda de campaña se iluminó en mitad de una noche que prometía ser larga. Con un manto de estrellas tendido a los pies de la colina nevada, su bolígrafo derramaría las primeras palabras en aquel cuaderno de investigaciones jamás publicadas. Y en el rojizo horizonte, el misterioso puente colgante envuelto en tinieblas y a la vez en llamas que separaba sus dos mundos, cambiaría aquel suave balanceo por un sonoro derrumbamiento en la ladera de la montaña. Y cuando todo parecía terminar sin haber comenzado, unas huellas estratégicamente colocadas en la arena le harían recobrar la esperanza. Aquella mano verde y cálida sobre su viscoso hombro guiaría el comienzo y el final de una historia que intentaba narrar la propia soledad del silencio. Y cuando rozó sus labios de acero, el inesperado reencuentro tejería los hilos de un destino ya inamovible para ambos. Instante en el cual aquel bolígrafo de tinta invisible dibujaría el destino de aquellas miradas grises procedentes de Venus y de Marte, en frente de la nave sin combustible. Ahora situada en la sombra de un planeta en el que un día habitó la humanidad, y que hoy solamente era tierra, ruinas, y oscuridad.

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