#microcuento
Su historia de amor comenzaría entre las frías cuatro paredes de un cuarto confinado. Ajeno a las sirenas que anunciaban el duro toque de queda a media noche. Un lugar donde las sobras de vino blanco en sus copas bailaban al ritmo de un colchón que alojaba el buen sexo entre los dos. Ajeno a los aplausos a media tarde en los balcones, que marcaban el ritmo de aquellos interminables besos. Ajeno a las miradas que no fueran las suyas. Cuando el eco de sus risas cómplices contrastaban con la soledad de las calles, y con el cierre total de los locales hoy sin nombre. Y como únicos testigos de la pasión, unas mascarillas colgadas sobre aquel espejo de cartón, que hoy reflejaba sólo dos almas unidas, que se negaban a seguir viviendo dentro de aquel mundo de locos. El mismo que cada noche giraba en contra del ritmo de su dulce y particular eterna locura. Y que un día convencería al tiempo, para que dejara avanzar el amor, y dar rienda suelta a sus sueños. Sin sospechar que finalmente se marcharían juntos lentamente, cogidos el uno al otro de la mano, en aquel mismo cuarto que vería nacer y morir aquellas ganas de seguir viviendo...
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