PENA MÁXIMA


Improviso mi vida para seguir adelante. No quiero pensar que es imposible, para hacerlo cierto… para que mi camino avance. Cada noche manipulo mis sueños para que estés en ellos, saltándome las reglas de ver siempre la misma película, con aquellas imágenes que tal vez no viví, pero que se manifiestan de forma incontrolada, incoherente, sin sentido, sin contenido… y sin quererlo cuando duermo. Obligo a mi mente a volver a creer… creer en que fue, y volverá a suceder. Mi mente es poderosa, muy fuerte, se resiste a hacer lo que le pido, es rebelde, mucho más tozuda y astuta que yo… no puedo comprenderla, porque cada vez que me enfrento a ella siempre salgo perdiendo. Lo sé, es falta de entrenamiento, pero… ¡qué le voy a hacer!, si carezco de tiempo. Tiene muy bien sujetos ciertos recuerdos que a mi me estorban cuando pongo a funcionar mi incansable pensamiento, y deja escapar fácilmente los que yo quiero mantener, aunque sea porque sí, sin venir a cuento. Me agradan algunos recuerdos que me muestra en forma de imágenes desgastadas por el paso del tiempo…a veces en color, otras en blanco y negro.

Entonces siento que necesito mi botiquín, tengo que desinfectar urgentemente antes de curar las múltiples heridas que dejo el amor, y que hoy vuelven a sangrar, pues nunca llegaron a cicatrizar. Pero yo y mi mente testaruda se aferran a estar ahí, a no volver sin despedirse de aquel lugar, en el que todo surgió sin tal vez suceder. A contar la arena del mar palmo a palmo… mientras te espero. Y allí, sentada en medio de la nada, sin importar las noches de desvelo, me despierto con la ilusión de tenerte, aún tumbada en la arena, y cuento las estrellas del cielo que nunca da tregua, pues nunca me deja a solas para poder contemplar el universo que existe más allá y estoy segura me espera… para matar el tiempo sin verte, un tiempo que se niega a morir, tiende a resistir, haciéndose cada vez más grande, más fuerte y más eterno… al final se va haciendo rutina y siento que no puedo, me atrapa y me aleja de lo nuevo. 

Entonces suenan los ecos, la voz del silencio se apaga con las lágrimas que se ahogan en el inmenso océano de locuras y deseos que ahora observo a lo lejos… y, por culpa del recuerdo, la canción no termina, el sol viene y va…no sabe si salir o quedarse a esperar respetando mi intimidad, y la esperanza que parecía tan fuerte se desvanece en el silencio, cuando no hay señales ni evidencias del retorno que espero. Y sin dejar de pensar por qué nada sucede para rescatarme del miedo que siento, recojo la botella de cristal que las olas suavemente y con dulzura depositan en la orilla de un mar que yace dormido cuando la luna se retira y lo deja tranquilo. Y al contrario que en las películas, aquellas que necesitamos ver para entender y salir de realidades que a veces desgarran sueños e ilusiones, la botella jamás contenía mensaje. Era la última opción para comprobar antes de salir corriendo de aquella playa del recuerdo, donde una vez depositamos nuestros retos.  Se dice que el tiempo conquista al olvido… en este caso, alguno de ellos no llegó a la cita… 

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