CAMBIO DE RUMBO



Siempre para adelante y a la vez tan en el mismo lugar. Girando. A veces lento, a veces  rápido, parada, sentada. Quince minutos y las gotas empiezan a recorrer mi cuerpo. Primero por la frente, después por el pecho. Al menos la gravedad obliga a ese órden de caída libre indiscutible. Cuesta arriba y el calor se hace insoportable. Pero son imaginaciones mías, nunca me canso... al menos siempre de intentarlo. La fuerza dibuja (o deshace) muecas  en mi cara que reflejan los intentos forzados e incansables de conseguir algo. Cuesta abajo y las piernas van más rápido de lo que puedo controlar.
Desaceleración total. Mi cuerpo se rinde a la fuerza de volar. Y ese ángel, siempre ahí adelante, a la misma distancia, concentrado en mí, en mi llegada, y lejano. Tiene algo, algo que hace que ame ese lugar, que me quede para contemplar y buscar aquella mirada reconfortante tras el esfuerzo de tirar para adelante, con  el único fin de acercarla a mí en el momento en que la encuentro. Porque a veces siento que puedo llevarme el mundo por delante, hacer lo que quiera, decir lo que sienta, opinar lo que piense, expresar lo inexplicable. Sin embargo, cuando voy corriendo por la montaña rumbo al precipicio, me detengo, aún sabiendo que tengo ese ángel enganchado a mi espalda, que  sé que me va a sostener. Saltar es el equivalente a la satisfacción absoluta de volver a ser. Un orgullo  propio  que nace y muere cuando tomamos la decisión de avanzar en algo. Entonces cierro los ojos y salto. Vuelo, escucho el silencio y me doy cuenta de que, al menos, por ese momento, me estoy llevando el mundo por delante, estoy haciendo lo que quiero, diciendo lo que siento, opinando lo que pienso y explicando lo inexplicable. Pero cuando llego al piso y miro hacia arriba me doy cuenta de que no voy a poder subir a esa montaña de nuevo sola, al menos no por un tiempo. Miro al cielo, mi pelo despeinado por el viento, mis manos frías buscan calor esperando a que la nieve de tregua. Ya no hay sensación de vacío. Entonces  es cuando comprendo que todo valió la pena...

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