O'CLOCK
Se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas. El tiempo quedó sin traducción, al menos aquella a la que nos tiene acostumbrados, rodeado siempre de números y datos… a veces incomprensibles, que marcan nuestro ritmo y nuestros pasos. Sólo en mi habitación se detuvo el tiempo, inmortalizando momentos que quedaron atrapados en fotografías y cristales, sin yo ni siquiera saberlo. Algo me apretaba la muñeca al despertar… aquel objeto inteligente que, cada día, me dice cuándo empezar y cuándo terminar mi día. Me quité la pulsera que me ataba al tiempo… creo que no la volveré a utilizar, al menos por el momento… me sentí libre, al dejarlo sobre la mesa. Ya no marcará mis momentos, que para eso son míos, pues hago lo que quiero con ellos. Tras la ventana, el tiempo seguía pasando, y el reloj continuaba gobernando, dirigiendo los rumbos de todas las almas, todavía transitando. Entonces observo que se apaga el aguacero… por la luz del sol, que va creciendo… al margen del reloj, pero acorde con el tiempo. Sólo flotando dos gotas en el charco del olvido, que la tormenta dibujó sin previo aviso. No pude detener el suicidio de las gotas de agua, no sabía que estaban tan deprimidas, tan estresadas… que de esta vida ya no querían saber nada.
Me olvidé de poner los pies en el suelo… y me sentí mejor. Era hora de variar, cambiar de rumbo en busca de luz sin prisas, pero sin perder el norte al caminar. Adiós, al eterno retorno...sin nunca irse, sin nunca llegar...y, sin embargo, viajar. Saltando de dos en dos, siempre las del mismo color, las horas pares para acelerar el tiempo en los momentos que quiero olvidar, y sentarme a contemplar momentos que no se repetirán. Dando sentido al tiempo en el terreno que gobierno. Girando y girando en la rueda del estar… porque estoy. Aún no me he ido. Ahora el inculto tiempo me acompaña, pero sin un reloj no es nadie… ni nada. Si es pronto o tarde… dónde empieza o dónde acaba… es mi decisión. Y mientras, soñar sin sueño que ha salido el sol cuando aún es de noche, al menos en mi habitación. Ver cómo el amanecer destapa sin orientación minúsculos átomos que se incrustan adornando el aire, que pasa por encima, pero sin rozarme. Como el tiempo. Es hora, digo yo. Y que las agujas suelten la carcajada, me importa poco…mis tiempos no coinciden con ninguna universalidad. Que la lógica del mundo me presente sus quejas cuando quiera, atenderé su reclamo… si tengo ganas.
Relojes mojados, inútiles… que ya no me informan del paso del tiempo. Pues si se trata de eso, las horas me las invento. Es tan fácil como eso.. las agujas del reloj apuntarán hacia mí y no habrá tiempo, nunca, seré públicamente condenada por matar al tiempo, detenerlo una noche y no volver a dejarlo latir. Detener todo a mi paso, mi respiración acompasada, ser fotografía y cristal, capturar cada momento perfecto y empapelar las paredes con ellos… dejando un trozo para ver a través de la ventana y saber cuándo el mundo empieza a girar de nuevo, cuando tenga que recuperar mi vida de despertador. Fuera está lloviendo, otra vez, pero no dentro. Ya no hay nadie aquí para detener el suicidio de las gotas de agua. Cuanto antes mueran, antes llegará el sol, espero. Luego no seré yo quien las detenga. Habitación enfundada de momentos inmortalizados, el reloj agoniza en la mesa, y el tiempo solitario vagando perdido intentando llamar mi atención desde fuera, con hechos que suceden acorde con las horas. Él necesita un reloj para orientarse, yo no mientras salga el sol. Pero yo le ignoro, es mi momento… ¿qué hora es? El reloj no contesta, pero yo sí. Hora de ser feliz de una vez, mi forma de entender el tiempo, de contemplar la vida, que hoy invento…
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