BATALLAS


En esta vida, cada uno tiene su papel y profesión, que elegida o no, es nuestra misión. Pero todos compartimos la de “boxeador”. Sí señores, es el rol común, nadie se libra de ello, sea Primer Ministro u obrero. Porque el que vive lo sabrá muy bien (y el que no, en algún momento lo habrá oído, espero), que la vida es pelear a puño limpio, con coraje y buen humor. Un poco de lo mismo cada día (rutinas, lo llamo yo)... pero siempre un poco mejor, diferente seguro, pues los días no tienen hermanos gemelos. Levantarse a la hora es una forma de “heroísmo” y bañarse con agua fría no es posible sin valor. Todas las grandes batallas y mañanas de la historia han empezado así y luego... lanzarse a conquistar el mundo, comérselo sin cocinar, plantando cara a los objetivos, para alcanzar el proyecto más remoto y escondido. Correr tras un autobús, perderlo, llegar tarde al puesto de trabajo asignado, batirse en duelo interminable con los números de presupuestos incomprensibles pero que tienen la llave para avanzar... luego perder la cabeza, y volverla a recuperar, reírse con el chiste repetido de aquel amigo, buscar información para encontrar soluciones a los problemas, regresar a casa agotado pero feliz de haber acabado, escuchar cuatro mil historias hasta el final de gente que no sabe desconectar, compartir momentos con aquella persona que mientras la miras piensas “yo te quiero más”, ayudar a otros con sus problemas mientras maldices, pero te consuelas pensando ¡pero qué feliz está! y por último sacar la basura, como cualquier mortal. Y así frente a bostezos, exámenes, lluvias, resfriados, trabajos, profesores, jefes, recuerdos, olvidos... ¿El antídoto?

La vida nos ofrece un universo “variopinto” con el que lidiar cada día, razón por la cual nacimos boxeadores, con capacidad innata para defendernos de la propia vida, poniéndole buena cara cuando ella no te sonría…escuchando mensajes de canciones, despertando sonrisas, demostrando lealtad, sacando el ánimo del bolsillo, tomando los obstáculos con paciencia y serenidad ... y así suma y sigue, tercer asalto. Creo que la hemos asustado, somos fuertes, lo hemos demostrado. Hasta que un día explotas (somos personas), intentando contraatacar pero momento en el que la vida coge ventaja con el puñetazo que te acaba de lanzar… te enfadas contigo, con el mundo… te duermes, te rindes y mandas a todo el mundo “a volar”, y de pronto, piensas en retomar, te acuerdas de ese espíritu competitivo que heredaste y que es hora de demostrar frente al rival, que sigue golpeando, imposible esquivarlo más… y yo no quiero rendirme ante ella, me tengo que enfrentar, porque no es más importante que yo mientras no esté de mi parte (si se va, poco de menos podré echarla si me falla), aunque ya existía, antes que yo. Último asalto, contraataque, levantarse, reírse de uno mismo y una y otra vez hasta el infinito… comenzar. Sí, la vida es una lucha, pero... ¡qué lucha más apasionante! cuando uno se exprime como un limón hasta dar la última gota batallando por los sueños e ilusión. Hoy gané yo, mi batalla con la vida, y malherida continuo (eso que me llevo aprendido, curiosa lección), hasta la próxima partida…boxeadores de profesión innata, pero según la valentía con que encaremos al rival de la vida, unos ganan más medallas…

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