EL INSTANTE COBARDE



al campo y llorar… buscando quién le quiera y a quien amar. Bebiendo del vaso de la melancolía y rodeada de tormentas inesperadas que acompañan sus días. Miedo a vivir, miedo a la vida. Pasando sus años, para planear la huida.

Cobarde, ¿qué otra palabra le podría definir? Miedo a la incertidumbre, y sin poderlo decir. Cobarde...le susurra su conciencia, y trata de ignorarla, pero ella insiste, pues es muy terca. ¡Cobarde! grita el corazón, pero ella no hace caso, cuando él tiene razón. Cobarde fue, sí, aunque no lo quisiera admitir, pero a su corazón y conciencia  no les puede mentir. Pero… ¿cómo no ser cobarde con todo lo que tiene por delante? Incertidumbre a la que enfrentarse. Pasan las horas y el mundo despierta, pero ella siempre guarda distancias simétricas. El sonido de la primavera llama a su puerta para descubrir lo misterioso más allá de la senda. La noche retorna en tristeza. En la oscuridad envuelta. Ya sola, pensativa y triste… buscando un rayo de luz de una claridad que no existe. Y con costosa reflexión, logra llegar a la ventana que preside su balcón. Dura conclusión: ¿Dónde la vida empezó? ¿Dónde la vida termina? Sólo la incertidumbre manifiesta el resto de sus días.

La tarde está muriendo, y el sol refleja en el suelo el final de un día que se va consumiendo. Y se siente desplazada, de lo que le rodea, más allá de la seguridad de su casa. A salir no se atreve, aunque mucho quede por ver más allá de las cuatro paredes. ¿Cómo salir fuera a lidiar con aquello que poco le importa, desarmada e impotente ante su destino incierto y a la vez sorprendente?. Como lluvia caída, un olor a humedad, una extraña quietud y una oscura soledad… las luces se apagan, sus caminos se cierran, sus ojos descansan. Pues ya no tendrá que preocuparse de la cobardía, que nunca fue más que la manifestación de su juventud perdida, al dejar ya marchar, en un veloz instante, toda una vida.


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