UNO Y UNO... ¿IGUAL A TRES?
Nunca imaginó que este día llegaría.
Tantos sueños e ilusiones depositadas en un proyecto de vida común…y al final
dio sus frutos, entre cuatro paredes. Todo empieza en una habitación, aún con
el aroma a madera y recién pintado. Deja las maletas en las que transporta toda
una vida de recuerdos y experiencias. Hoy su vida da un giro. Punto y aparte, lo
bueno está por llegar, “que ya me lo merezco”, piensa, de tanto luchar y
esperar que la suerte le sonría. Aquí está. Cúmulo de sentimientos dejan la
estela por el largo pasillo que desemboca en un salón tan humilde como
elegante. Todo es perfecto. No falta detalle, él mismo se había encargado de
comprar aquella estantería de mármol para coleccionar aquellos álbumes de
fotografías de su nueva vida… aquella que ahora sería de verdad, aquello que
llaman “vivir” en todos los sentidos. “Siempre tan atento con todo….al final
sentó la cabeza” , dice emocionada al ver el equipamiento, tal y como ella
había esperado. Y en uno de los rincones del majestuoso mobiliario de tintes
modernos pero a la vez clásicos, guardará su colección de libros publicados. Es
día de instalación y adaptación. Ningún hecho invade la casa aún, sólo la
imaginación de lo que tendrá lugar cuando empiece la vida en ella, no a mucho
tardar.
Enciende un
cigarrillo, sandwich en mano en la encimera de la luminosa cocina con vistas a la
montaña. Necesita un respiro, demasiado ajetreo en las últimas semanas. Mezcla
de emociones buenas y malas. La reciente pérdida de su madre, la graduación y
su nuevo trabajo en la redacción…demasiados cambios para ser asimilados. El
tiempo se para alrededor, sólo pendiente de lo que marca el viejo reloj del
abuelo, colgado sobre los verdes azulejos. Doble función. Además de su
recuerdo, va avisando de los minutos que faltan para que llegue el
culpable de tanta felicidad en aquel día tan especial. Él, discreto empresario
con propiedades por varios lados. Su primer viaje de negocios tras la mudanza.
Sus prioridad por el trabajo por objetivos familiares ha cambiado. Las tres en
el reloj y entonces llega. Pero pasa de largo, en la cocina ni entra. Derecho a
la habitación recorriendo un pasillo invadido por equipajes que esconden la
esperanza de una vida diseñada para dos. Ella le sigue, pero cuando llega a la
puerta de la habitación sale para darle el abrazo más largo que recuerda. Todo
sentimiento, todo sorpresa. Cansancio por un largo día de compromisos laborales
que tornan en felicidad por reencuentro con su dama, en su nueva vida, en su
nueva casa.
Pero a ella
algo no le convence. ¿Algo que ocultar en el lugar donde empieza la felicidad?
Difícil de explicar, pero movimientos ocultos aparecen fuera de lo normal. Cada
vez más frecuentes, a ella le invade cada vez más la soledad. ¿Dónde quedan
aquellos largos paseos por Madrid combinados con cenas, cafés y teatros que
estampan los dos años antes de compartir tejado?. “Pues será el amor, que es
muy raro…”, piensa soberbia sumergida en la nueva novela que ha empezado a
escribir, pues ahora tiempo le sobra. Ahora mucho ha cambiado, poco o nada se
parece a la vida que han llevado. Tan juntos ahora pero a la vez tan separados.
Sólo comparten cama, pero cada uno mirando hacia un lado. ¿Qué oculta? ¿hay
alguien más en una vida diseñada para dos?. Él sale todos los días, y cuando
ella regresa, encuentra objetos de mujer por la casa, escondidos o a la
vista. Cree que le engaña. Pasan los días pero él no cuenta nada. Normal pero
esquivo se muestra cuando recobran la charla. ¿Es el comienzo del fin y no sabe
cómo acabar lo que nunca hubo de empezar? ¿Por qué compró la casa?. No tiene
sentido, ya nada encaja. ¿Por qué tantos regalos por la habitación ocultos, de
amor en cambio deshabitada? Mantiene esperanza. Pasan las fechas señaladas para
poder sacarlos del cajón (3 de Abril cumpleaños, doce de Julio aniversario…), y
nada…ahí siguen. ¿Será que no son para ella?.
Lo peor y lo
que hace tomar la dura decisión una mañana, en la que se niega a salir el
sol: un anillo de compromiso, que encuentra en el bolsillo de su chaqueta
marrón. Cree que le ha perdido, siente que se acabó. Tan lejos llegó...
mientras ella vivía despacio, por esperar que llegara lo bueno… de todo lo que
había sembrado. Mucho tarda en entregarlos, si son muestras de amor que está
ocultando. Sola en una casa para dos. Largas conversaciones con su gente no
pueden hacerle cambiar de opinión. Pérdida de confianza, de esas que te llevan
a dejar la relación, y a quedar como amigos si acaso… por educación. Mucho le
perdonó en un pasado, pero por el engaño nunca pasó. Es la sorpresa de aquella
vida, que con lo nuevo terminó. Está dispuesta a dejar la casa sin estrenar, con
maletas aún sin deshacer, y donde falta mucha decoración. No tiene que hacer
equipaje, esa misma noche puede marcharse, antes de que llegue de otro de sus
viajes. Una nota piensa dejarle, pues sus movimientos viene siguiendo y
sospecha de amante. “Nadie me querrá como él…” a pesar de todo, piensa,
por lo que otra vida mejor no espera, pero no hay opción y hay que avanzar
hacia donde realmente la felicidad le de cobijo y encuentre mejor oportunidad
de rehacer su destino. Blog de notas con hojas de cuadrícula y bolígrafo en
mano, serán la excusa perfecta para describir la huida que anda preparando.
Nota en la nevera, maleta en mano. Sale por la puerta cuando él aún no ha
llegado. Lo hace diez minutos después de haberse marchado. No vale explicación,
pues ahora lo tiene claro. Él muy bien sabe que no existe nadie más. Ella dueña
de su cariño y sus regalos, que nunca la dejaría irse de su lado. Encuentra la
nota en la nevera con imán de corazón y el anillo culpable de aquel adiós.
Pero en este
caso, el destino juega a su favor, pues puede demostrar que todo era un
montaje, una sorpresa más como prueba de un amor que en boda quería que
acabase. Pero tanto esperó que, en vez de eso, llevó a la confusión. El anillo
era para ella, el paso siguiente: Compartir la vida entre cuatro paredes pero
también formalizar su compromiso legalmente. Sus ojos se llenan de lágrimas…
dolor por la confusión de su dama, pero a la vez alivio y emoción al recobrar la
ilusión por empezar de cero en cuanto pueda demostrar que todo era para ella.
Tal vez los ramos de flores, las cajas de bombones o la lencería de seda sea
indemostrable. Pero el anillo tiene inscripción con su nombre: ANA 1979.
Corre a su
encuentro, esta vez nada ni nadie podrá separarles. Cree saber donde
encontrarla. De Chamberí a Ciudad Universitaria. Humilde piso cerca de Moncloa,
compartido en sus tiempos de estudiante con compañeros de periodismo. En
definitiva, su antigüo barrio. Seguro que allí se ha refugiado, para calmar sus
penas con los que de verdad se preocupan por ella. Llama al portero sin,
obviamente, obtener repuesta. Por mediación de un vecino entra y recorre las
escaleras que conducen al piso octavo. Llama a la puerta, pero sólo el silencio
acompaña. Desesperación por demostrar la verdad, que nadie en la vida le querrá
más. Anillo en mano y, como no podía ser de otra forma, palabras de enamorado.
A la fuerza entra en el piso, aparentemente abandonado. Recorre las estancias y
encuentra su cuarto. Entra y arrodillado hace su confesión:
“He sido tan
injusto contigo…He jugado a despistarte. Hasta separar nuestros caminos, te
perdí por no avisarte. Juego de sorpresas que me ha costado caro. Mil veces te
he ignorado, ingenuo. Y tú mientras, callada y sin reproches. No he sido
testigo de tus lágrimas, pero sentía que desde hacía un tiempo ya no estabas.
La única que supo guardar secretos… hasta que el alma dijo basta. Te he
ignorado en todos mis éxitos y, aún así, siempre acudiste a mí en cada fracaso.
Siempre encontraste algún momento del día para hacerme compañía, cosa que yo te
he negado... porque en mi pensamiento solamente te he llevado. Por el estúpido
juego de prepararte sorpresas… paradójicamente de ti me he olvidado. Ya ves tú,
otra de mis rarezas. Intenté redactar nuestra historia, pero tu de eso sabes
más. Y ahora mírame, toda mi vida peleando hasta la saciedad por evitarla y
aquí estás… mi fiel y vieja soledad…”
Se desahogó.
Grito desgarrador que marcó el final de una historia que no supo terminar… sólo
eso, porque ella ya no escuchó la verdad. En el suelo yacía su cuerpo, entre
pastillas y mezcla de licor.
***
Frente
a su tumba, deja un ramo de rosas (uno de los que guardaba para darle cuando su
compromiso anunciara) y sus últimas palabras, susurradas entre lágrimas:
“Cobarde fui, por miedo al rechazo. Dejé pasar mi oportunidad y al final, lo
pagué muy caro…”
Comentarios
Publicar un comentario