LAS UVAS DE “LA BUENA SUERTE”
Y como un final de año más, abrí la puerta de la habitación y la vi, ahí estaba. Tumbada en la cama. Sin ninguna motivación o ilusión. Sin ganas de vivir. Sin ganas de hacer nada. Lo cierto es que no me gusta verla así. Cada vez que entro en la habitación y la encuentro ahí, sola y acurrucada entre la frías sábanas siento un vacío interno. Hace tiempo que ya no salimos juntas a ninguna parte. Nuestros caminos parecieron separarse cuando llegaron los problemas a casa. Paso de puntillas por delante de las fotografías de mamá y los abuelos. Tan sonrientes y guapos, como siempre. Y mientras tanto, ella ahí sigue, inmóvil. Miro el reloj de pared. Tenemos tiempo. En seis horas dará comienzo un nuevo año. Comienza la cuenta atrás y los mensajes típicos cargados de buenos deseos y esperanza irrumpen en la tranquilidad del ambiente. Vacío y en calma. Y en el buzón de voz quebrando el maldito silencio dos llamadas. La primera de Alex, que manda sus felicitaciones desde Islandia con un ...