MESA PARA UNO



Noche, calles y alfombra de hojas tras una pared de cristal. Y dentro, un gran salón. De tintes rojos sangrientos  y mobiliario marrón. Poca gente en su interior… bailando, riendo y en conversación. Y ella sin embargo, apartada en un rincón, esperando y esperando… solo haciendo caso… de su inculto reloj, que no sabe de horas, pero sí de desamor. Carta dedicada en mano con anécdotas de un pasado. Comentarios de la gente que siguen sonando. Van a ser las diez, y allí sigue esperando. Mesa de uno cuando debió ser para dos. CHANEL en el ambiente y sonrisa sonriente reflejada en cubiertos de brillos durmientes. Mantel cubierto de plata. Vestido negro transparente. Sí, toda una estampa. Música de fondo que se pierde ya entre feroces charlas. Alfombra roja a la entrada.

En la inmensidad de la mesa, se sirven dos platos y una botella, con dos copas de champán para brindar por un día… que prometía ser especial. Platos vienen, bandejas van.  En ella se acentúa la incomodidad...no llega, ¿dónde estará?.  Cola de gente que quiere entrar, pero entre ellos, parece no estar. Lo tiene claro, pues acaba de mirar. Ella espera y espera, no se imagina el final. Entre tanta gente espera… en medio del local. Y a su alrededor, dos mesas reservadas que pronto se van a ocupar. Y fuera, luna llena que parece acompañar… la soledad de un alma, que empieza a dudar. Ella, un mantel de cuadros grises y vajilla para dos. Una vela se consume mientras calla su voz. Primer plato sobre un escenario desolador, y ella sin perder la esperanza de llegar al postre… para aceptar un perdón. Incómodo silencio entre tanta conversación. Mientras tanto, la noche fuera. Ella, en la mesa frente a una escalera. Ajena a las historias que el ambiente genera.

En su mesa, una margarita y brindis improvisado . Tras ella, el segundo plato. Lágrimas deslumbrando a través del cristal de los finos vasos. El postre no llega, pues esperanza no queda. Y por fin la cuenta. Cabeza baja y abrigo de piel tapan unos ojos que quiere esconder. Sale de un local ya cerrado, no piensa volver. Demasiados recuerdos guardados… que nunca volverá a tener. Concluye una cena que nunca debió prolongar.

A la soledad estuvo esperando, y al no venir… se fue marchando. Intentó quedarse, pero se estaba agobiando. Y ahora sólo guarda el recuerdo, que un día fue dulce y hoy es amargo. Pero piensa que la vida es muy corta, para estar llorando. Es una noche apacible, el silencio le acompaña, siente una calma profunda, que agradece su alma. Y al llegar a casa, dejando atrás calles vacías y mojadas, solo quiere meterse en la cama. Sola con sus pensamientos… y soñar sobre la almohada. Aislada de tantos ruidos, los que entorpecen el habla. Tantas y tantas palabras… que hoy se mantuvieron calladas…fue a cenar sola, o tal vez acompañada? …

La soledad y el silencio son quienes faltaban. No se presentaron, sin evitar que con su cruel amado reencontrara. Salir de la mano, tener conversación, para desahogar sus ganas e ilusión. Entonces, ¿qué faltó? Solamente el perdón. Un beso y un adiós. Diálogo suave, sereno y con nostalgia. El que encontró al entrar a un local… donde la soledad no estaba. En casa la encontró, y con ella desahogó, pues es a quien esperaba con tanto dolor. En realidad, él acompañaba…pero ella esperaba a su soledad, aquella que de vez en cuando le hace falta, cuando se siente engañada… por eso lloraba y lloraba, hasta que en casa entró… encontrando su calma, poniendo en orden rumores de posible desamor, que él en el restaurante confesó…en aquella mesa para uno, que en realidad ...fue para dos.

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