La chica que soñaba con sus sueños
No tener miedo y hacer realidad
sus sueños. Esa es su prioridad. Ella duerme, sola con compañía de sus sueños,
aquellos que siempre interrumpen su pensamiento en mitad de la noche, en mitad
del desvelo.Y dicen que las lágrimas le saben a melancolía. Y cuanto más cargados de dolor los
sentimientos, más agridulces se saborean. Y le queman. Es como se siente, es como sueña. Y el calor de esas
heridas abiertas la despierta a media noche, pero ella sigue fría. Nieve
encuentra, en la noche sombría...cálida y limpia, se asemeja al que desprenden
las hogueras. La quema, sus sueños se interrumpen por los tristes recuerdos. Se
abraza a la almohada, sus sentimientos la atrapan. Nada puede soñar distinto
por mucho que quiera. Intenta cambiar su mente, para aferrarse al olvido y
soñar con lo más querido. O eso tengo entendido. Y ese calor le devora por dentro, y llega a ser incluso más
corrosivo, más autodestructivo. Se
refleja en sus sueños, tiene el corazón partido.
Cierra
los ojos. Nunca llega su día. Tiempo después se despierta, con el fuego que en la hoguera ardía... esperando a que un día se extinga ese
recuerdo, para poder soñar con sus mejores momentos. Esa débil esperanza, esperando quemar sus
fantasmas...fantasmas del pasado que sus sueños extravían. Intenta vencer el
miedo, de que en cualquier momento, renazcan.
De que su mente los atraiga. Su pensamiento es hoy olvido. O quiere que así
sea. Soñar con lo querido es lo único que anhela. Solo bastaría una chispa,
y con ella, se quemarían...todos los recuerdos que del sueño la desvían. Del
calor que produce su dolor. Posiblemente
nunca consiga salir de ese laberinto
en el que ella misma se ha perdido.
Deambula bajo la escasa luz del día, dibuja
huellas perdidas por caminos largos y extraviados para alcanzar su
subconsciente que desvaría. Sueña que escapar quiere de ese sueño que la hiere.
Presa de sus recuerdos. No entienden de principios, ni de finales. Solo de tramos. Para llegar a ver
la claridad, cierra los ojos y se deja llevar. Su miedo es palpable en
cada poro de su cuerpo, visible en cada matiz de su desvelo. Las lágrimas
empañan su amanecer...ese sol que no llega por los sueños del ayer.
Oscuridad
iluminada busca. Eran sus propios monstruos quienes la acechaban, e impedían
que avanzara. Las sombras se ciernen sobre la oscuridad de sus lágrimas,
aferrada a la almohada. Sueña con sus pensamientos, no controla sus deseos.
Díficil olvidar lo que le duele. Nunca
creyó que el miedo fuese un defecto. Pero lo era. Y más cuando es de su
propia sombra de quien huir intenta. Insoportables
las noches en las que el sol no salía, y efímeros
los días en los que la oscuridad la hería. Y huía de sí misma.
De su mente…una mente que la comprimía el alma y no dejaba que su recuerdo
respirara. De sus propios miedos, de sus propios sueños...tintados con heridas
del pasado. Y cada noche se repetía que ya era hora de plantarle cara al dolor,
de ser valiente. De olvidarse del temor. Para así soñar mejor. Un día decide
contar su mal. Así saldría de su mente, y los sueños del ayer no invaddirían
los sueños de hoy. Y así al soñar, desea que le suceda lo que tal vez nunca
sucederá. Pero una cosa es clara…el dolor del pasado ya nunca invadirá sus
sueños, por atreverse a contarlo... ya nunca volverá. Su mente queda limpia, sus sueños se endulzan. Todo queda atrás. Ahora puede soñar tranquila, y esperar que se haga realidad.
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